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Autor: ELENA IGLESIAS
26/03/2014
GOTAS DE SABIDURÍA

D

os cosas saltan a la vista en el nuevo libro Facundo Cabral: sus últimos correos, publicado por La Pereza Ediciones en diciembre del 2013. Una es la profundidad de su pensamiento y otra su amplísima cultura, algo de admirar en alguien que fue analfabeto hasta los 14 años, y que vivió su niñez sumido en una gran pobreza. Pero el cantautor argentino es una de esas almas grandes que no se dejan amilanar por las circunstancias sino se sobreponen a ellas.

Este libro compendia la correspondencia electrónica inédita del autor con su amigo Carlos Alberto Requejo, de octubre del 2010 a febrero del 2012.

Cabral fue un hombre lleno de anécdotas, poesía, relatos y andanzas, cuya música, una mezcla de canción protesta y reflexión filosófica, lo llevó a recorrer los escenarios del mundo. Pero fue sobre todo No soy de aquí ni soy de allá, grabada en 1970, la que le dio fama internacional. Era amado por un público al que no solo agradaban sus canciones sino sus palabras de esperanza, amor, paz y libertad.

Su conocimiento literario abarca a los grandes de diferentes eras y continentes, a quienes menciona por el nombre y contenido de sus obras. “Gracias a Juan Rulfo aprendí que se puede hacer alta literatura escribiendo como habla un campesino, y desde allí le puso magia a la realidad, y Pedro Páramo es la prueba… Los Salmos y Withman [que al fin y al cabo era un salmodista, como Francisco, el de Asís] me enseñaron a agradecer y a festejar de la manera más bella posible, por eso el Cantar de los Cantares sigue resonando en mis conciertos, por eso lo mío es religioso en el más amplio sentido de la palabra…”

Además de cantautor, era poeta y novelista. La filosofía, la historia y la literatura, decía, “son tres hembras que amo y que me enriquecen día a día, que me acercan al hombre que debo ser, por eso en estos papeles están mis huellas… son el mapa de todo lo que caminé y la biblioteca de proyectos que no sé por qué abandoné o concreté, como la búsqueda de una nueva literatura que provocará una nueva sociedad”.

En Guadalajara recordó a la Madre Teresa, que al pobre le hablaba de esperanza y al rico de conversión. “La esperanza, decía, salvará al pobre, y la conversión purificará al rico, la esperanza y la conversión acercarán a nuestros hermanos, y nosotros debemos trabajar por este encuentro.”
Cabral entendía que el arte era lo único que estaba a salvo de la muerte porque era la manera más bella del amor, “el único que puede modificar la obra de Dios”, por eso se sentía feliz con su tarea, que era “poner luz nueva sobre viejas verdades.”

Y le señalaba a su amigo Requejo que estaba aquí para recordarle que “en una cabeza llena no puede entrar nada, y la vida es el milagro que pasa constantemente, por eso hay que estar vacío para sus novedades, no lleno de opiniones, de teorías y de análisis que solo traen conflictos, basura que enferma y asfixia a la cabeza… No busques la luz afuera porque la llevas dentro, la tierra prometida está en uno, y esto lo comprobarás cuando despiertes.”

Pensaba que el primer mandamiento del hombre verdadero era darse cuenta.

“Después de tanto caminar aprendí que hay una sola religión, el amor; un solo lenguaje, el del corazón; una sola raza, la Humanidad; un solo Dios, y está en todas partes”.

Facundo Cabral regresó a la Argentina en 1984, cuando ya era un artista consagrado. En 1996 fue nombrado Mensajero de la Paz Mundial por la UNESCO.

El Trovador de América murió a los 74 años en Guatemala, en julio del 2011, víctima de los disparos de quienes, se cree, eran unos ladrones. 

 
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