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Autor: José Luís Pla Cortés
04/09/2015
CINE DE VERANO

S

i hay algo que echo de menos en este mes de Agosto es el cine de verano. Recuerdo de pequeño, que ya ha llovido bastante, con que ilusión íbamos a ver la cartelera cada día. Todas las noches una peli nueva y podíamos asistir casi siempre,  ya que a diferencia de nuestros días, el cine era mucho más económico y no los precios, para mí elevados, que tenemos actualmente. Si las entradas no fueran tan caras creo que la gente iríamos más.

Viene a mi memoria el día que mi madre preparaba para cenar su fantástico frito de tomate con pollo y conejo, acompañado de su tortilla de patatas y cebolla, poco importaba la película que pusieran. Íbamos toda la familia y estoy hablando que éramos más de doce de familia, tíos, primos y algún vecino que se apuntaba. Me hacía mucha gracia ver como discutían con el portero de turno de la entrada; si teníamos edad para pagar o todavía no habíamos llegado a ese momento.

Parecían trileros, mientras unos tíos intentaban demostrar que éramos pequeños, poniendo como ejemplo a mi hermana, que físicamente era la más pequeña y lo sigue siendo de todos los primos, otro nos colaba a los que teníamos algún año de más y un volumen un pelín superior, entrábamos a la carrera levantando una buena polvareda de la gravilla  para coger sitio a todos y complicarle un poco la vida al encargado de la puerta. Con ese olor a jazmín y a mar de la playa de Villajoyosa. Ante la ausencia de móviles y demás aparatos de juego actuales pasábamos el tiempo contando las lagartijas que corrían por la pantalla o escuchando las historias de la abuela de cuando era pequeña o las anécdotas de la jornada, que os puedo asegurar que eran muchas.

Cuando  el Sol se iba a dormir y la penumbra se hacía la dueña de la noche, de repente llegaba mi momento favorito y no me refiero al comienzo del film, que va, ni mucho menos, era el reparto de la cena. Si al llegar a mis manos la tortilla venía con un buen bocado, era señal inequívoca que había pasado por las manos de mi querido tío Juanito.

Cuantas historias en el cine de verano, conocías gente, algún que otro amor  y reíamos mucho, más por los comentarios nuestros que por la propia película. Es una verdadera lástima que cada vez queden menos cines de verano y uno se vaya sintiendo más mayor.

Pero hace poco tiempo alguien dijo refiriéndose a mí, que era como un niño, pero en grande. Y me lo tomé como un piropo, viniendo de quien venía el comentario. Realmente es precioso ser como un niño, inocente, sin maldad, con una gran fe en lo que le dice su padre, obediente, aunque alguna vez desobedezcan, de mirada transparente y lengua sincera a pesar de algunas picardías  que los espabilados tienen.

Y si leemos en San Mateo todavía dan más ganas de serlo ante las palabras del mismo Jesucristo. – Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis, porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos-. 

Así que os animo a ser como los niños, para poder entrar en el reino del cielo, por lo menos vamos a intentarlo en este buen mes de agosto y si tienes ocasión recuerda contar lagartijas en el cine de verano.

 
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