U n día cualquiera le comenta la madre a la hija, “hija, ya se me han acabado las zapatillas para hacer ejercicio, de tanto uso estos que compre hace tres años ya, mira como tienen de rotos, deberé comprar unos cuando tenga el dinero”.
La hija, que sabe que su madre ama el deporte, que no tiene otro medio de distracción más que ese, que sabe que no podrá comprar prontamente sus zapatillas pues no tiene trabajo, se dice: “Cuanto diera por conseguirle esas zapatillas nuevas a mi mamá, me duele mucho verla así, ella sin trabajo y con tantas carreras todos los días, no podrá comprarlos y deberá dejar de hacer sus ejercicios que tanto la ayudan y la distraen”.
La hija se va para su Universidad y estando en una clase, ve un pequeño paquete en una de las sillas, se acerca y lo observa, son unos tenis ya usados, alguien los olvido, sale prontamente al lugar donde se dejan las cosas perdidas, busca afanosamente a los encargados, pero es ya tarde la noche y ninguno está ya por allí, ella, por no dejarlos por allí perdidos, piensa en su mamá y se los lleva a casa.
En la casa, muy emocionada le pregunta a su mamá: “Madre, me habías comentado que ya no tenías zapatillas que se te habían acabado y que necesitabas unas nuevas, pues mira, aquí te obsequio estas, sé que no son nuevas, pero Dios las ha colocado allí seguramente para ti, mira si te quedan”.
La mamá muy emocionada con la alegría de su hija al saber que podría colaborarle en algo su falta, se los mide y la mira sonriente diciéndole: “Mira hija, parecen comprados exactamente para mí, me quedan perfectos, gracias, muchas, gracias”.
La hija, la mira sonriente, su rostro expresa la gran alegría que siente, no dice nada más, pero su corazón ha quedado satisfecho de haber podido darle a su mamá, sus “zapatillas nuevas”. |