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Autor: Isaura Díaz Figueiredo
07/01/2015
LA MAGIA ES...

H

ace muchos años en el País de la Niebla, la noche del seis de enero era conocida como “LA  NOCHE MÁGICA”, los habitantes se reunían en las calles, en los parques, se daban un beso, una caricia, una palabra, y, cada beso, cada caricia, cada palabra, se convertía en esperanza, felicidad, solidaridad; los pequeños, si  sus caricias y besos  eran auténticos, se hacían realidad los mas ocultos sueños.No obstante al País de la Niebla le envolvía un misterio, para sentir la magia de ésta Noche, era preciso guardar mucho silencio, ya que sus  gentes tenían que escuchar el sonido de liras y arpas, procedentes de lugares ocultos en el cogollo de la tierra, o en el relámpago del cielo, para que sus sueños fueran realidades, los niños al sentir las dulces  notas musicales, entraban en un fuerte sopor, que les llevaba  a quedarse dormidos profundamente.

Al despertarse, su familia muy impaciente les preguntaba:

-¿Qué habéis soñado?

Y ellos entre risas y bostezos respondían.

-Maravillas, maravillas, hemos visto y tocado maravillas.

Asi sucedía años tras año.

Pasó el tiempo y el viejo profesor de música, se volvió huraño, mal humorado, y empeoró su carácter, cuando la Noche Mágica estaba cercana.

-¡No escucho a la gente! ¡Me quedo sordo!, y ya es la Noche Mágica, estoy muy apenado, ¡que puedo hacer! si no oigo a liras y arpas desgranar los sonidos, me quedo sin regalo.

-Murmuraba el profesor entre labios-.

-Señor profesor, ¿seguro que ha puesto hoy la trompetilla?, ji, ji, jiiii

-No me hables, no quiero escucharte pícaro, ya te estás riendo de mí.

Se lo decía a Pelo de Zanahoria, un trasto que siempre daba problemas con sus gracias inoportunas durante las clases.  

-¡Saca!, ¡sacaaateee de mi vista!

La pequeña Nora escuchó la conversación entre Pelo de Zanahoria y el profesor, esperó a que fuera hacer su consabida siesta, y cogiendo la lira, comienza a tocarla con toda la entrega de que era capaz.

Un sonido bajaba del cielo y se hacía entendible para los oídos humanos, es como si la voz de Dios hablara a través del arpa que pulsaba la pequeña, era la comunicación entre el cielo y la Tierra, ¡cuando todo se hace posible!

El anciano se despierta, ¡muy!, ¡muy relajado!, recuperó la sonrisa, miraba absorto al cielo, mientras repetía ¡muchas gracias!, ¡muchas gracias Dios!, creí que jamás volvería oír, que mis oídos se habían embrutecido, que la  magia de ésta noche no llegaría a escucharla.

Feliz, se levanta, mira a su pequeño jardín y contempla… como de las gruesas hojas verdinegras, cuelgan juguetes; todo lo que la imaginación infantil puede soñar  se encuentra en sus árboles.

Carga los juguetes en su carromato y comienza a repartirlos: primero entre los niños más necesitados, aquellos que nunca habían disfrutado de juguetes y ternura, a los adultos estrecha la mano, y regala palabras de, amor, aliento, paz, e ilusión…y así fue por todo el pueblo, dando lo mejor de sí mismo y haciendo felices a sus vecinos.

Nadie pudo explicar jamás lo ocurrido, el profesor recuperó la ilusión por vivir y dar clase y desde entonces todos los años en el País de la Niebla, las hojas de los arboles se convierten en juguetes para los niños que han sido verdaderamente buenos, amables y educados.

Si observamos con fe el firmamento, aún podemos escuchar la melodía que Nora tocó un lejano día. ¿Quieren intentarlo? Seguramente bajaran del cielo a la tierra la luna, y bailaran con las estrellas…¡todo es posible con la magia de Reyes!. 

 
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