uve un sueño, un hermoso y tranquilo sueño de esos que al despertar te dejan el deseo de cerrar los ojos y seguir soñando de nuevo.
Durante un buen tiempo lo traje dando vueltas en mi mente, reflexionando sobre su significado.
Sin más, se lo platico.
Cierro los ojos y recuerdo; voy en un río; no veo en que navego, pero voy con la corriente, me mantengo a flote entre cálidas y cristalinas aguas, veo claramente todo a mi alrededor; la visión es amplia, hermosa, árboles enormes, musgos que llegan hasta el río, animales en las laderas y en el agua variedades de peces.
Mis sentidos son agudos y captan perfectamente la tranquilidad del lugar, el rumor del agua, los sonidos del campo, gente que vive y trabaja en las orillas del río; gente buena y amable que me ve con alegría durante mi trayecto.
Ahí voy, con mi cabello volando con el viento húmedo y agradable colándose por mi espalda.
De poco a poco el caudal del río se va ensanchando muy, muy ancho, y sus aguas las siento muy profundas, me voy sintiendo incierta, como muy pequeña: volteo a los lados y veo mucha gente que va en mi mismo camino; unos nadan cerca de mí, otros más lejos; algunos tienen problemas para nadar y otros no pueden siquiera mantenerse a flote; unos van cansados, otros van contentos; les gusta como van, sus rostros lo dicen; otros, sólo se dejan llevar por la corriente, no veo expresión en sus rostros, solo van en el mismo viaje; los demás de plano muestran su fastidio, no les gusta; sus rostros también me lo dicen, y es que a estas alturas, ahora podemos ver que las aguas ya no son las mismas y se han tornado difíciles de nadar.
Pero yo puedo verlos a todos, porque voy sobre una barca fuerte y resistente; segura sí, no cabe duda; navego en una buena embarcación.
De pronto, a una distancia muy próxima puedo ver que el río se divide en dos caudales; en el centro y al frente de mí veo una gran masa rocosa como si fuera un cerro y eso forma dos cauces, dos ríos, pero yo no contaba con eso, así que trato de decidir rápidamente hacia donde dirigir mi barca, lo pienso, lo decido y ahí voy, rumbo a la dirección que me guía mi instinto de supervivencia y hacia donde me guía mi sentido común. Algunos navegantes siguen en mi rumbo, otros optaron diferente, pero seguimos sin pensar mucho en lo pasado.
Poco a poco y sin casi percibirlo el cauce del río se va adelgazando cada vez más y más; sus aguas se van tornando cada vez más difíciles de navegar; es más, tengo que dejar la barca, pues se ha dañado y no sirve más. A nadar a brazo limpio; las aguas son muy turbias y corren muy rápido, pueden dañarnos seriamente; por momentos siento que voy a ahogarme, pero aún cuando ceden mis fuerzas para seguir, me mantengo a flote; sigo y sigo flotando y entonces me doy cuenta de que mis compañeros de viaje me ayudan y me sostienen en medio de este caos en que se ha convertido de pronto el viaje; logro recuperarme un poco y al tiempo puedo darme cuenta de que otros están también en peligro, y es allí donde a mí me crecen las fuerzas y comienzo a ayudar a los demás a flotar.
Pero necesito ayuda, algo de que sostenerme; volteo hacia arriba y a los lados y en las orillas veo troncos y árboles caídos, los cuales uso para asirme fuertemente y no dejar que la corriente me arrastre a mí y a los que trato de salvar junto conmigo. Ahí me quedo mucho, mucho tiempo aferrada a aquel tronco hasta que éste cede a la fuerza del agua y se desprende de la orilla y corre por el río conmigo encima hasta que llegamos a unas aguas un poco más tranquilas, no mucho, pero me permiten respirar con facilidad y sin peligro de ahogarme; ahí suelto el tronco y quedo sola; ya ni siquiera hay otras personas a las que venía ayudando, ya pueden nadar por sí solas y no están, no hay nadie; voy sola. Ahí volteo hacia arriba y descubro que se ha hecho de noche y el cielo está muy oscuro; el silencio solo es acompañado del rumor suave y muy quietito del río.
Y me pregunto: ¿Que pasa? ¿Por que la travesía se tornó tan difícil? Ya lo sé; los ríos son así, pero ¿Por que estoy aún aquí; por qué sigo aún en el camino? Tal vez si hubiera tomado el otro cauce hubiera sido más fácil el trayecto: Tal vez, pero no; no hay respuestas, pero sigo, sigo y sigo.
El rumor del río parece traer una voz divina, casi acariciante y prometedora; la escucho, si; la escucho y me dice; sigue, no hay camino atrás; la corriente nunca dará marcha atrás. Como sea que hayas recorrido el camino, lo has andado ya. A veces te fue fácil y a veces no: lo único que si es seguro es que al final de tu trayecto la corriente te llevara hasta el mar, el fin del camino hasta encontrar la paz donde turbulencia o tranquilidad no importarán; por que allí estaré esperándote para abrazarte tan fuerte como tú te abrazaste a aquel tronco en el camino para salvar a quien te acompañaba, aún cuando ya no tenias fuerzas ni para ti sola.
Ese es el fin de mi sueño; pero ahora que termino de narrárselos, lo sé con claridad; ahora sé que sí escuché esa voz, sí; la escuché; no fue solo un sueño; es en realidad, la vida misma y lo que espero al final; al final de este hermoso y turbulento viaje; el maravilloso cuento de mi pasivo viaje por mi turbulenta vida.