L os vientos de mi vida me han traído hasta aquí. Un lugar hermoso para vivir, donde las playas son de arena fina y dorada están rodeadas de rocas que se adentran en el mar son grises o rosadas y están veteadas caprichosamente de color granate o negro; sobre ellas crecen pequeños pinos de copa verde musgo y cuyos troncos están inclinados debido al fuerte viento que a veces sopla días y días.
El pueblo es pequeño y quieto, muchas de las casas tienen un pequeño torreón que antaño servía para vigilar la llegada de los piratas. Las gentes son en su mayoría pescadores los hombres y las mujeres cuidadoras de las redes de pesca y de sus hogares. Los niños son muy alegres. Todos poseen esa mirada intensa y franca que da el haber vivido siempre junto al mar.
A las gentes les gusta contar historias pasadas, muchas son de románticos bandoleros que allá en la lejana sierra robaban a los ricos para dar a los pobres; otras son de intrépidos navegantes que azotados sus barcos por encrespadas olas pedían a la Virgen del Mar su ayuda y, ésta les escuchaba calmando las olas y los vientos.
En los días de fiesta todos se reúnen para hacer buenas comidas y al anochecer sus voces en tornan lindas canciones, casi siempre al emigrante que marchó para hacer las Américas, las luces se van encendiendo en la noche y la luna resplandece más que nunca en el mar. Sí, es un lugar hermoso para quedarse a vivir siempre.
Confieso que he sido mujer de Ciudad, de grandes Ciudades de todo el Mundo por donde me llevaba mi profesión y que he conocido gentes de toda condición, razas y creencias me encuentro bien aquí, sobre todo en paz.
Mi trabajo fue duro, he llorado con los que no tiene pan, he sufrido con los marginados, he dado cuanto podía dar a mis semejantes hasta el punto de sentirme desolada y herida en lo más profundo. Y así me encontraba cuando un día conocí a FACUNDO CABRAL. Fue como si en viento arremolinado sacudiera mi vida y desde entonces todo cambió en mi vida. Su canto, su poesía sus tiernas palabras me dieron fuerzas para seguir, ya que el trabajo me resultó liviano y para mí el ser feliz fue mi color de identidad.
Y así con los vientos de mi vida que me llevaron de aquí para allá, he llegado a este lugar tan hermoso donde permaneceré mientras viva. Muchos días voy a la playa; me diluyo en las aguas frescas y limpias del mar y ME GUSTA TENDERME SOBRE LA ARENA, PONERME EL SOL AL HOMBRO Y EL MUNDO ES AMARILLO. |