toño, década de los ochenta, alguien disparó la frase "es pecado no ser feliz", quise conocerlo, ocurrió en Buenos Aires. Facundo Cabral andaba sediento de libertad, su aspecto hablaba de resistencia; al escucharlo, comprendí que habitaba, me sentí acompañado en mi rebeldía, esa noche pensé en él.
Y la vida continua, el tiempo y sus barbaridades, continuaron desparramándose indeteniblemente. A veces coincidíamos en las mismas ciudades, otra veces, el ya había pasado o venia después. Esas coincidencias ya no ocurrirán mas; él no tenía fronteras, solo coraje, alguien sin principios trabajo esa noche, alguien.......no amaneció más.
Facundo sabía que la muerte caminaba a su lado, la esperaba cantando. Sabía que la muerte es inmensa, que somos mortalmente eternos, que el alma tiembla cuando se queda el cuerpo, pero que las ideas germinan en otras memorias. Los sicarios saben que resulta estéril, disparar a quemarropa a las ideas. Siento olor a tierra, ya no queda lágrima pendiente, sin duda quedó herida mi tranquilidad, ella se marchara como todo, pero a veces discrepo con la vida y maldigo la fugacidad a la que estamos condenados... ¿dónde se va el tiempo que se marcha? ¿No será la muerte ese agujero negro que nos roba la energía para convertirnos en nada?
Siento a la tristeza sentada a mi lado, al otro, observo a mi libertad pensativa, quizá duda de su existencia, siento ganas de huir adentro, donde acumulo recuerdos y pasadizos secretos a ninguna parte; a momentos siento el peso del paso del tiempo, no recuerdo el nombre de mi bisabuelo, mis bisnietos en inconsciente venganza no sabrán de mi existencia. Pasa un auto por la calle, pasa un recuerdo, hoy es el último día por hoy, sucede que estamos de paso y preferimos no tomar nota de nuestra fugacidad.
Y dispararon a quemarropa a la paz en la tierra de Rigoberta, Premio Nobel de la Paz. Observo a mi paciencia envejecida, cansada de no entender grotescas paradojas: dictadores longevos, refugiados en el lujo y la impunidad; monólogos demagógicos habitando esperanzas; estupidez globalizada, degradación con altos niveles de audiencia. Quizá el sicariato, profesión cada vez más respetada, es solo el síntoma de una civilización que bordea los límites de la inhumanidad.
Facundo, usted no se fue, se quedo en la lágrima y la nostalgia, en el poema y en el fervor de vida, en el sueño y en el canto de quienes amamos la vida y vivimos cada día, como si fuera la primera vez........y la última oportunidad.