M e disponía esa mañana a cambiarme de ropa para ir a mis ejercicios, como casi todos los días, cuando al quitarme el pantalón noté que en uno de los bolsillos había varias monedas y de inmediato pensé…estas monedas con seguridad le hacen falta a algún ser humano con mas carencias que yo.
En los difíciles tiempos actuales, donde han disminuido los empleos, los salarios han bajado y ha aumentado considerablemente el número de gente necesitada, entre las que no dejo de contarme.
Hacia unos días había leído un documento que se titula: “el pan de Cristo”…y su contenido grabado en mi mente, casi me obligaba a pensar un poco más, en el prójimo.
Seguí con mi tarea de subir la bicicleta a mi vehículo para ir al parque adonde pedaleo por 30 minutos a una hora. Y en el transcurso se me había olvidado, lo que estaba pensando minutos atrás, sumado a la atención, que hay que poner al tráfico que por estos días es complicado, no importa adonde vivas.
A las dos o tres cuadras de mi casa, el la luz del semáforo se pone en rojo y al hacer el alto, allí estaba…ese ser humano en el que hacía unos minutos, estaba pensando…
Sus manos temblorosas, sostenían un pedazo de cartón en el que se leía:…”no tengo casa, hambriento, ayúdenme por favor, dios los bendiga”…su cara barbada, mostraba una mezcla de tristeza, ansiedad y desesperación…su cuerpo delgado, creo yo por las necesidades que padecía, me inquietaron….y sin darme cuenta, mi mano extrajo de mi bolsillo, esas monedas y se las dio…una luz brillo en los ojos de aquel hombre que agradeció mi gesto.
Recordé a mi maestro Facundo, que decía: “hay que dar hasta que duela”…y pensé que la cantidad no importa, lo que vale es el gesto…y si todos los seres humanos dividiéramos entre los más necesitados, lo poco o mucho que tenemos…este mundo sin dudas sería mucho mejor…
Un bocinazo del auto detrás del mío, me volvió a la realidad… la luz del semáforo había cambiado a verde y debía continuar mi marcha…
Me aleje de allí pensando que no era yo quien había hecho eso…sin dudas era el…mi padre celestial…yo solo fui el instrumento que el utilizo, para llevar a cabo ese acto de caridad.
Recordé también, cuantas veces hacemos ciertas cosas, movidos por la voluntad de dios, que es la que en definitiva, mueve nuestras vidas.
Y volví a darle las gracias, como lo hago cada día, por socorrerme y por no dejar que me olvide de lo afortunado que soy…porque aun teniendo lo poco que tengo, me haga recordar, que siempre hay otro hermano al que se puede ayudar. |