H e estado leyendo un libro que se titula “Amores imposibles”. Son relatos breves, casi todos de autores del Siglo XIX. He llegado a la mitad y confieso que no estoy disfrutándolo. A Lara no le gusta continuar con lo que no le agrada ni con lo que está en desacuerdo; aunque a veces su naturaleza dependiente la traiciona.
El título de este compendio me ha llevado a algunas reflexiones; la principal de ellas es el concepto de “amor”; y de ahí se deriva por supuesto el análisis de si puede éste llegar a ser o no imposible. El amor puede tener tantos significados como seres en el mundo; como diría Umberto Eco, no hay límites para la interpretación. Por eso es que me apasiona la Semiología, porque devela interesantísimos recovecos de los símbolos. El amor es un símbolo, un referente dentro de un contexto determinado. No es igual el amor fraterno que el amor maternal, así como varían en forma y fondo el amor por una pareja que al amor por el arte, por mencionar algunos ejemplos. 
La primera definición que da el Diccionario de la Real Academia es: “Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser”; otra es: “Sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo”. Trato de incorporar la primera definición y encuentro palabras clave que pudieran determinar más adelante la “imposibilidad” del amor… “insuficiencia y necesidad”. En la segunda, evidentemente la palabra clave sería “entrega”. Me quedo con la segunda.
Concebir el amor como la satisfacción de una necesidad me resulta egocéntrico y desde mi punto de vista, el amor no lo es; por ello es que la concepción de “entrega” me convence más. Y de aquí parte el análisis de la imposibilidad del amor. Hay un trecho enorme entre estas aproximaciones al verdadero sentido del sentimiento de amor. Uno come por necesidad, pero no por amor; el humano requiere (necesita) horas de sueño, pero no las ama. Puede necesitar sentirse amado, pero no por eso ama. Recuerdo ahora un refrán: “Te necesito porque te amo, pero no te amo porque te necesito”... aunque tampoco me convence del todo.
Partiendo de esto, la pregunta obligada es: ¿puede entonces el amor ser imposible si es entendido como entrega? Recurro nuevamente al Diccionario de la RAE, aunque antes de compartir el concepto de imposible me permito utilizar el antónimo… “posible”. La definición de lo posible es: “que puede ser o suceder”. De tal forma, lo imposible resultaría “lo que no puede ser o suceder”. Lamentablemente la costumbre de utilizar el vocabulario por imitación, nos conduce a crear referentes conceptuales que se alejan de la realidad. Esto ocurre, creo yo, con el concepto de amor imposible.
El amor sucede, es; no se da por exclusión de otros sentimientos. Uno no se levanta un día pensando: hoy amaré; o bien, no quiero amar. La realidad es que el amor es, aunque uno no quiera y, a veces, aunque no deba (esto último puede depender de convencionalismos sociales, de moral o simplemente como consecuencia de prejuicios inculcados familiarmente). Entonces, el amor simplemente no puede ser imposible, porque no es algo que podamos evitar "que sea, que suceda".
Imposible puede ser, eso sí, no sufrir amando cuando lo que se pretende es alcanzar la reciprocidad. Por ello es que existe tanta gente desgraciada que asegura que puede morir de amor… no es así, nadie puede morir por la elección de entregarse al otro. Puede sucumbir, eso sí, partiendo de su propia insuficiencia para conseguir ser amado.
El amor siempre es posible, en cualquier espacio, en cualquier tiempo; con o sin adversidades, con o sin leyes que lo avalen o lo reprendan. Lo imposible es pretender que amar, sea condición para sentirse amado de la misma forma en que puede hacerlo el receptor de ese amor. Porque el amor del otro también es algo que puede ser o suceder – o no- y por más doloroso que resulte, la realidad es que no siempre dos amores converge al mismo tiempo y de la misma forma.
Pero, no podemos negarlo: cuando se es depositario de otro amor que por sí mismo ha sucedido, entonces el amor no sólo abandona el terreno, aún no definido con claridad, de lo que puede llegar a no ser, sino que se convierte en la más sublime concepción de lo benditamente factible.
Sigamos amando… sigamos disfrutando la posibilidad del amor, aunque lo creamos imposible… |