o no dudo que Dios está en todas partes, aunque me pregunto como humano, sabiendo que tener fe es creer a pesar de las dudas, ¿en qué país se sentirá más a gusto, en el nuestro por ejemplo?, este pensamiento me crea dudas, teniendo en cuenta que en el mundo del que formamos parte, nosotros como país representamos apenas un granito de arena. Aunque así sea, entiendo que con la que está cayendo, nuestro latido planetario se tiene que oír en el más allá, más cuando se supone que con una sola oración por día y por parado, el eco de esos millones de voces convertidas en súplicas, provocarán inexorablemente la atención de Dios.
Me pregunto que pensará Dios de este espectáculo grotesco, de este drama personal y colectivo que retrata la angustia pintada en el rostro de tantas personas que se preguntan ¿por qué?... por unos políticos cegados por quedarse donde están sin querer asumir responsabilidades, escondidos detrás de la crisis económica, no se sienten para nada culpables de la actual situación. Convierten a los parados en frías cifras como si los mismos fueran meras fichas de un plan contable, cuando todos sabemos que tienen nombre y que todos juntos son portadores de una tragedia que se acentúa y se agranda cuando la situación de paro se agarra como una garrapata a toda la familia. Mientras ellos, que sufren esa condición humillante se preguntan si Dios tiene el mismo futuro que su angustia.
Prolongando mi pregunta, pienso, si Dios está aquí, qué pensará de nuestros responsables políticos, que han tejido con hilos de desfachatez la telaraña de una clase privilegiada, que parece que se regodean de los demás mortales, al precio de transgredir su espíritu hasta conseguir que su deshonestidad sea vendida como virtud. ¿Por qué Dios nos deja tan solos?, quizás sea porque nosotros, los ciudadanos de a pie hemos tejido también con otros hilos otra tela de araña, donde contraer deudas ha sido el pan de cada día, convirtiéndose en pura rutina.
Tratados como mentecatos no veíamos más allá de nuestra narices, alineados en fila hacia una insensata invitación de “barra libre” para todos hasta sufrir una indigestión, producto de esa fiesta consumista, donde a no pocos todavía les dura el coma etílico, ni que decir tiene que todas las consumiciones servidas con el talante espléndido de nuestros bancos (cada uno el suyo) fueron ofrecidas con mucho interés y no menos intereses.
Claro que si Dios nos hablara, quién sabe, a lo mejor el votante se haría adulto y empezaría a pensar por su cuenta y dejaba de votarles pero claro, con excepciones, los venerados políticos ¿merecen este sacrificio?. Otra pregunta que deberían contestar los parados, cansados de mirarse en la espalda del compañero, que en las largas colas del INEM notan el peso de una chepa cargadas de deudas que los pobrecitos mercados quieren cobrar.
Claro que si Dios hablara puede ser que nos dijera que hemos cabalgado sobre un caballo desbocado con montura de fantasía y sin saber en realidad que con tanto desenfreno y a tanta velocidad en la carrera era lógica la violenta caída y, ya en el suelo, preguntarnos cuánto debíamos por el préstamo con caballo incluido, y cuánto por el peaje y la montura. A lo mejor sabe Dios si nos diría que la crisis en la que estamos instalados es la de los propios banqueros que han traficado de manera irresponsable con el dinero de sus clientes, también quizás nos diría que todos, unos más que otros hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, creando un patrimonio sobre deudas.
Añadiría, me imagino, que esta crisis de los científicos, de los sindicatos, de la sociedad, en suma y sobre todo de unos políticos que, como no rectifiquen a tiempo, ellos más que nadie serán los responsables de abrir la puerta del inmediato futuro que se llama decadencia. Y con enfado manifiesto, supongo, les diría a los parados, entre otras muchas cosas que se me escapan –por culpa de chapotear en el fango del fracaso, de la indignidad y la desesperanza fruto de tantas mentiras y falsos discursos. Vosotros en su mayoría sois las víctimas propiciatorias que por decencia moral, reclamáis solidaridad, amor y sentido común para desterrar a ese otro Dios petulante disfrazado de “crecimiento”, entendido como la única manera de salvar a la humanidad.
Vosotros ya lo hacéis pero a los demás les digo que recen porque quién sabe si lo peor está aún por llegar.