L a verdad es que uno no es especialista musical, pero la muerte del argentino sin fronteras Facundo Cabral, hace ya más de un mes, con todos los recovecos que se puedan presentar en torno a su asesinato, va más allá de la música, aunque quizá para muchas personas el personaje no sea demasiado relevante. Aún así, significa la muerte de una forma de ser y de pensamiento transgresor respecto a un modo de vida que alimenta constantemente el capitalismo: "Pobrecito mi patrón, piensa que el pobre soy yo", frente a los nacionalismos excluyentes: "No soy de aquí ni soy de allá…", con una sensibilidad a flor de piel: "Hay medio mundo esperando con una flor en la mano y la otra mitad del mundo por ella esperando", creyente de izquierdas, como debe ser: "Perdóname, Señor, no quiero ser un ciudadano, quiero ser un hombre, como me has creado", radiante de optimismo a pesar de las injusticias que observa: "Perdona hermano que no entienda que hayas hecho un cementerio de esta Tierra… este es un nuevo día para empezar de nuevo", promotor del decrecimiento y del amor: "Nuestros besos serán nuestra casa", y de una concepción ética de la vida: "Tal vez sus propias manos lo mataron (al diablo, correcto, perfecto y ordenado como el fraude) al escuchar por primera vez a su conciencia". 
Hoy en día se echan de menos esas voces y esas vidas que han tenido la oportunidad de no estar nunca en el momento adecuado ni en el lugar adecuado, forjando criterios, provocando la crítica constructiva y responsable sin perder nunca el norte. Siguen siendo necesarios los grandes planteamientos respecto al hambre, la miseria y el capitalismo, unidos a la ternura, los detalles pequeños, en vidas que relacionan la palabra y la canción. Cuenta en una de sus anécdotas que su madre, antes de morir le había dicho: "Cada vez te pareces más a lo que cantas".
Era ese tipo de cosas lo que le hacía feliz. Y esa madre, muy presente en su vida errante, el día en que le acompañó por primera vez a la estación del tren le había dicho: "Este es el segundo y último regalo que puedo hacerte, el primero fue darte la vida, el segundo libertad para vivirla". Parece que fue consecuente con ello hasta el final.
En sus canciones y en sus reflexiones recuerda al poeta que se encuentra en sus canciones o, mejor dicho, a la gente buena que siembra esperanza sin callarse nada: "Cada mañana es una buena noticia, cada niño que nace es una buena noticia, cada hombre justo es una buena noticia, cada cantor es una buena noticia, porque cada cantor, es un soldado menos. Todo esto y mucho más, lo aprendí de mi madre, se llamaba Sara, la elegí como madre por la misma razón por la que Dios la eligió como hija. Nunca pudo aprender nada puesto que, cada vez que estaba por aprender, llegaba la felicidad y la distraía. Nunca usó agenda porque hacía sólo lo que amaba y eso, se lo recordaba el corazón. Se dedicó sólo a vivir y no le quedó tiempo para otra cosa." No es extraño que también haya dicho: "La humanidad no es una caravana de desesperados, sino una bendita familia festejando el amor."
Y en estos tiempos en los que andamos tan pendientes de las primas de riesgo, de los tipos de interés y de la especulación bursátil nos dice: "Escapa de los que compran lo que no necesitan, con dinero que no tienen, para agradar a gente que no vale la pena." Pues un modelo de capitalismo pendiente de los mercados es más difícil si toda la ciudadanía asume este tipo de pensamientos. Y desde ese optimismo ingenuo añade: "El bien es mayoría, pero no se nota porque es silencioso. Una bomba hace mucho más ruido que una caricia, pero por cada bomba que destruye, existen millones de caricias que construyen la vida".
Es la llamada a la conciencia, a una manera de estar y de vivir donde, de todas formas, nadie queda excluido, pues todas las personas tenemos nuestra propia responsabilidad en lo que sucede: "La sociedad humana esta tan mal tanto por las fechorías de los malos, como por el silencio cómplice de los buenos". Y nadie queda excluido de esa invitación al cambio personal: "Para vivir mejor, hay que ser mejor. Nadie puede hacerlo por vos".
Denunciar, pues, las injusticias de este mundo, pero afirmar a la vez la propia responsabilidad individual en el cambio e incluso cambiar por dentro. ¡Oh transgresión…! |