S on tiempos de recordar y añorar en mi alma al ser que se me ha adelantado en el camino y ha trascendido a otro nivel. Es por ello que he estado muda y encerrada en mí. Vivir es sentir y estoy aprendiendo a dejarme fluir con todo lo que ello conlleva. Aprender a fluir resulta todo un Universo por descubrir, aunque la enseñanza se me mostró hace ya muchos años, es ahora cuando la estoy integrando en mi vida. En la vida de todo ser humano tienen lugar momentos mágicos de conexión con la Energía (o Dios o como se le quiera llamar) y esos momentos son verdaderas piedras preciosas de valor incalculable y sólo esperan que atendamos su presencia y que seamos consecuentes con ellos. Digo todo esto basándome en mi propia experiencia personal, que al fin y al cabo es la que marca la pauta del devenir de cada uno.
Hace muchos años me encontraba absorta mirando el maravilloso mar desde un acantilado en Menorca, cuando sin previo aviso, se me ofreció una sorprendente lección de vida: el vaivén del oleaje circundaba una roca que sobresalía del nivel del mar, dicha roca estaba llena de vida (algas, moluscos...) y por momentos era cubierta por el agua y por instantes recibía la luz del sol, además las olas llegaban a la roca y al tropezar con ella, la rodeaban y creaban corrientes envolventes a su alrededor en un baile sin fin de corrientes contrapuestas que uniéndose creaban otras. Todo el conjunto emanaba armonía y aceptación. Armonía en el movimiento, en los dibujos que las corrientes describían alrededor de la roca y aceptación en la vida adherida a la roca que recibía por igual al mar que a los rayos solares. Y esa era la lección, fluir, envolver, moverse sorteando y describiendo nuevos caminos y aceptar que a veces luce el sol y a veces llega la oscuridad. Pero siempre la vida es un continuo movimiento, donde nada permanece sino que se transforma y el paisaje cambia, pero nosotros seguimos siendo los mismos con sol, nubes o lluvia…. Es necesario recordarnos a nosotros mismos que nos tenemos y que al tenernos, contamos con el Universo, con la vida, y por ello somos afortunados.
La vida está llena de momentos mágicos, sólo hay que detenerse de vez en cuando para sentirlos, después poco a poco los podremos integrar en nuestro hacer diario y cuando empezamos a caminar atendiendo lo sentido, la vida se vuelve más liviana y ocurra lo que ocurra hemos de ser conscientes de que algo o alguien nos acompaña siempre, enviándonos luz que alivia y nutre nuestros corazones facilitándonos el tránsito en este mundo que se nos ofrece.
Así que, aunque es tiempo de añoranza en mi corazón, acepto y bendigo estos momentos con tranquilidad, pues sólo así puedo emerger de ellos, para recibir y aceptar lo que la vida tenga a bien aportarme.
Desde aquí mi canto esperanzado que me lleve a evolucionar y a comportarme consecuente con aquello que siento. Todo un mundo por descubrir y del que aprender incontables lecciones. |