U n estudio reciente, analizó más de dos mil canciones Mexicanas, de diferentes géneros, baladas, rancheras, boleros y demás. Las canciones fueron elegidas al azar y los resultados aún no han sido publicados. Más del 70% de estas canciones, según los investigadores, tienen como tema el dolor, el desamor, y hacen exaltación de valores como: el machismo, o el aferramiento visceral hacia una persona. En más de 35% de las ocasiones, se encontró además que cantantes femeninas, han tenido grandes éxitos al componer a “la que vive contigo”. Es decir, exaltando el papel, de amantes que parece ser es del agrado de bastantes personas. 
La muestra, obviamente no es representativa de todos los gustos, y hacer la generalización hacia una cultura e idiosincrasia sería de poco valor. Lo que si es preocupante, es que esta muestra expone un grave problema de mentalidad. El siguiente paso de los investigadores, será entrevistar a jóvenes y adultos mexicanos, para poder darse una idea de su mapa o esquema de valores y sentimientos. Mucho temo, los resultados, y estoy segura que causarán un bombazo en la sociedad actual.
Lo que si es una realidad, es que el “negocio” de una boda es bastante lucrativo para bastantes cadenas, salones, tiendas de ropa, agencias de viaje, e incluso iglesias participantes. Todo esto porque se considera un paso esencial, necesario, (con tinte de obligatorio), y digno de celebrarse por todo lo alto. No importa el estrato social al cual se pertenezca, porque se puede celebrar igual con Birria y Tacos, que con Paté de Ganso, y Struddel de Manzana. El objetivo es invitar a cuantas personas sea posible (aunque no todas sean conocidas), beber y semi comer (generalmente siempre la comida es insuficiente) y “gozar” de la dicha de los novios.
Las cuotas por invitado son irrisorias, y lo que resulta aún más absurdo, es que en bodas “apresuradas” los novios prefieren gastar miles y miles de pesos en flores, vestido, invitaciones aunque después de “el gran día” no tengan ni donde vivir.
Lo curioso de este gran paso en la vida de cualquier ser humano es que pocos saben el origen de lo que consideran un gran acto. Es como si de repente unos actores se aprendieran el diálogo, y ni supieran el nombre de la obra. Así de incomprensible resulta que la gente siga un ritual sin la menor idea de lo que está haciendo.
La Iglesia Católica, siempre prudente, se afanó varios rituales páganos, para hacer del cristianismo algo más apetecedor para sus fieles. De tal manera, que copiando un antiquisimo ritual árabe, comprendió que la boda podría ser además de un obligado sacramento, algo provechoso y atractivo para sus seguidores. 
El ritual árabe, que no era más que una operación de compra – venta, se seguía de la siguiente manera. Algún joven mozuelo de la sociedad era obligado por sus padres a elegir esposa. Los padres siempre prudentes, elegían a la más hacendosa de la tribu, y depositaban en la puerta de la casa de la señorita algún tipo de “ofrenda”. Esta podía ser, frutas exóticas, leña para hacer fuego, animales como chivos o incluso algún u otro espléndido alguna vaca o becerro. Los padres de la chica comprendían que su hija había sido pedida en matrimonio, y si creían que era conveniente daban su aprobación. Hasta ahí, la historia se siguió hasta la Edad Media, y el ritual se hacía al pie de la letra. Aunque después de un tiempo, algún mercader rico, inventó la “dote” que desapareció después del siglo 19.
El ritual de la boda, era que llegaba el padre (vendedor) con su hija (mercancía). En algunas ocasiones, portaba la chica un lazo que se unía al de su padre por la muñeca. Algo parecido a un animalito al cual se le amarra para que no escape de su dueño (este es el origen del famoso lazo en la boda). El padre y la chica caminaban por un sendero en donde la familia del novio, había dispuesto una alfombra llena de riquezas (collares, oro, o algún otro metal). Esto significaba el pago, que se hacía por la mercancía. El lazo pasaba de la mano del padre al de la mano del novio. Se decían algún par de palabras, y se daba por concluida la ceremonia. En el “templo” había generalmente 10 cortesanas vestidas de la misma forma. El propósito de las cortesanas era instruir a la nueva esposa en todos los artes y placeres del sexo, que debía otorgar al marido. Esto dio origen a las famosas “damas de honor” que ahora vemos en todas las bodas.
Este antiquísimo ritual, ha sido adoptado, transformado en casi todas las culturas del mundo. Desde el punto de vista feminista, resulta un insulto a cualquier mujer que se jacte de tener algún cerebro. El simbolismo, es ofensivo, y aunque estamos en pleno siglo 21, se sigue caminando por la alfombra roja (aunque ahora ya no tiene riquezas) con el padre vendedor, y el novio comprador, de la mercancía que es la mujer. Es totalmente asombroso para mí, que un ritual que simbólicamente ofende a la mujer, sea perseguido con tanta asiduidad por las mismas mujeres. Mi experiencia me ha demostrado que las charlas de mujeres casaderas, son las mismas. Casi todas las chicas de entre 23 a 29 años, ven con envidia a una chica comprometida, o como literalmente se les hace agua la boca, cuando ven a los novios en su vals, o a los novios que se despiden o se besan en la boca después de que los declaran marido y mujer. 
Sigmund Freud, aún va más allá del simbolismo denigrante hacia la mujer, si no que además, condena el blanco del vestido como símbolo de la antipureza, las flores puntiagudas como símbolos fálicos. En definitiva para él, el matrimonio es una licencia para fornicar sin remordimientos. Uno puede o no estar de acuerdo con él, pero así condeno el sueño rosa de cualquier chica.
Las tradiciones en México, son aún más machistas y marcadas. Es costumbre que en la boda, la novia tire el ramo de flores (realmente no puedo dejar de pensar que son un símbolo fálico) a las casaderas. Mientras el novio ¿que arroja? El liguero de su esposa. Es una injusticia total porque si las cosas fueran justas, entonces la novia debería arrojar las bragas del novio a las casaderas. Pero claro que en México se piensa que a las chicas les gusta las flores, lo bonito, coqueto, y “nice”. La mujer no tiene derecho al placer carnal, y expresarlo en público sería un acto de condena. Mientras que si un hombre expresa que lo que espera es el sexo puro y duro, y la sociedad le aplaude.
Ni que decir de otras tradiciones, como el arroz al final de la boda, o la también muy rara tradición de ponerles billetes a los novios por medio de un alfiler mientras se baila con ellos. Es comprensible que después de tantas crisis en México, esto se haya hecho costumbre. Sería interesante averiguar si la práctica de los billetes en la ropa, se intensificó después de la crisis del 82 y la del 94. Desgraciadamente este hecho no está propiamente documentado.
Probablemente se pueda argumentar que el ritual “árabe” ya ni existe, y que además, vivimos en una sociedad civilizada en donde el matrimonio es el epítome máximo del amor de pareja. Es cierto, el ritual árabe no se sigue. Lo que es triste es que el simbolismo en la sociedad persiste. Los padres por lo menos en muchos países de Latinoamérica tienen mucho que ver en la elección de con quien se casan sus hijos. Es común los chistes tan odiados sobre las “suegras”, las “nueras” y hasta los “suegros”. A simple vista, ocasionan risa, pero son un escape a una herida que persiste.
Mi segundo punto es que aunque ya no se ponen chivos y becerros a la puerta de las casas de las novias, existe el compromiso latente. Muchos chicos de mi edad, mis queridos amigos, se sienten agobiados por sus novias, o por las familias de sus novias. La presión es latente, y el argumento es que si la pareja tiene más de dos años de noviazgo, la familia de uno o de otro comienza a presionar para que se casen. Muchos padres de familia se quejan de que “si no te vas a casar con mi hija, no la hagas perder su tiempo”. De cierta manera se está comprando marido, mediante la presión, los dobles comentarios, y la expectativa de toda la sociedad de que ya es tiempo de que se casen. Ahora el contrato compra – venta es al revés. Quizás la novia debería de esperar en el altar la mercancía que tanto le hizo padecer.
La sociedad pasa por alto, lo que significa tener una pareja estable, y sacrifica la individualidad por el núcleo familiar. Los psicólogos argumentan que realmente se puede llegar a conocer a una persona después de 5 años de convivir intensamente. ¿Aún les extraña porque hay tantos divorcios, hijos abandonados, padres que se pintan las canas de verde y escapan de su casa, esposas con amantes, y una degradación total? Todo por mantener el núcleo familiar? ¿Realmente vale la pena?
Para muchas chicas y jóvenes, la verdad es que si. No están dispuestos a renunciar a la gran “inversión” que han hecho de tiempo, dinero y esfuerzo en sus parejas para descubrir que realmente no funciona. Sus activos fijos (sus novios/novias) no serán fácilmente desechados aunque esto los haga infelices, y aunque esto suene ilógico.
Mientras tanto, seguirán sonando en la radio ese 70% de las canciones mexicanas que seguirán hablando del desamor, de los amantes, de la que vive contigo y del aferramiento absurdo a un ser humano. |