Y a lo ves, ¿quién lo hubiera imaginado?; sentadas tú y yo en la misma mesa compartiendo el pan y la sal. Tú, mi más grande enemiga en el pasado, el rival más terrible que haya tenido que enfrentar. Volteo hacia atrás y veo el daño causado; por ti, por mí, para ti, para mí, para otros. Algún día dejaré de sorprenderme por lo hábil que fuiste para manipularme, para someterme, para mantener tu pesadísimo existir sobre mi ser. Quizá nunca, no importa ya porque estamos en la misma mesa, tú de mi sal y yo de tu pan.  Amantes, el primer signo de locura.
¿Qué sientes ahora que dejé de luchar? Te sientes derrotada, ¿cierto? Esa fue la clave, aunque entendida muy tarde. Dejar de luchar fue mi mejor estrategia, y no para vencerte, porque hoy sé que tratar de sacarte de mi vida fue en vano. Ojala hubiera sabido lo que hoy sé de cierto; para haberme evitado tanta angustia, tanta soledad, tanto auto desprecio. ¿Me heriste? Sí, por supuesto. Hay heridas que jamás cerrarán porque tu puñal es contundente; lo sabes y lo sé, lo supe demasiado tarde. Tu esencia es simbiótica y ¡tonta de mí!, lo único que se me ocurría era matarte, aniquilarte antes de que terminaras tú conmigo. Y ya lo ves, aquí estamos, compartiendo ahora yo el pan y tú la sal.
Dejó de ser relevante preguntarse desde cuándo nos conocimos; lo que hoy importa es que supe reconocerte. ¿Te has dado cuenta que fuiste tú misma quien me orilló a esto? ¿Que tu constante reclamo de exclusividad fue el detonante para que me atreviera por fin a confrontarte? Recuerdas ahora cuántas veces te reíste de mí; cuántos años me mantuviste en la ignorancia de lo que hacías? ¡Quién lo hubiera adivinado!, ya lo ves, ahora compartiendo la risa, además del pan y la sal.
Así es, después de tanto andar a tu lado sin saber lo que hacías, sin conocer de qué forma me deshacías, descubrí el secreto. La verdad me rebasó, no lo niego ni lo negaré nunca, de ahí que tuviera que recurrir al refugio de la irrealidad; de ahí que te burlaras de mí una vez más mientras planeaba cómo quitarme la vida porque, tontamente, pensé que al no haber víctima no habría victimario, porque como dice mi Maestro, sólo cuando hay sometido puede existir un Patrón. Y ya lo ves, ni víctima ni criminal, sólo compartimos el pan y la sal.
Entendí entonces, cuando me refugié donde tú reinas, donde viven y reviven todos a los que tocas, que por fortuna aprendí de qué manera se puede vivir sin querer morir al descubrirte. Ahí, en tu propio terreno, me liberaron de escudo y espada; me mostraron tu verdadera fortaleza, y tu talón de Aquiles. Ahí, donde se supone que eres Reina y Señora, adquirí el conocimiento para no seguir deseando dejar de existir.
Descubrieron para mí el más grande y valioso secreto: no luchar para que salieras de mi vida, sino aprender a vivir junto a ti. Somos ahora por eso sólo una, porque necesitas tú de mí y yo de ti; porque si me mato te mueres, y si me dejas vivir vives tú. Porque sin darte cuenta, has traído ahora más alegría que cuando te propusiste acabar con ella. Hoy, paradójicamente gracias a ti, cuento con amores más fuertes y más entrañables de los que osaste arrebatarme… buscándote me encontraron y enfrentándote me encontré.
Por todo eso es que hoy, ya lo ves, estamos sentadas aquí tú y yo; compartiendo el pan y la sal… mi antigua enemiga convertida hoy en querida, queridísima locura mía. |