F acundo Cabral, rapsoda del gozo existencial y de la inmensidad del alma humana, refleja en sus composiciones musicales mensajes que iluminan el lento y arduo caminar del peregrino del tiempo. La grandiosidad de su pampa argentina se atisba en la profundidad de sus palabras y en la vastedad de un pensamiento desgranado a través de los acordes de su guitarra.
Cabral incide en lo esencial, rechazando el oropel del poder y la riqueza, y alineándose en el bando de la sencillez y la renuncia. No oculta en sus canciones las lacras de este mundo ilusorio, ni omite en sus testimoniales entrevistas, certeras respuestas que descubren su fecundo transitar por las sendas de la reflexión y de la espiritualidad sentida. Su filosofía de la vida se transforma en una bella poesía recitada al ritmo acompasado de su canto, alentando en sus oyentes la convicción de que un mundo mejor es posible.
El hilo conductor de su propuesta es el amor “estado de perfección, estado sublime en el que estamos libres de celos, desdichas y conflictos”, que nos faculta para la contemplación de una Naturaleza en plenitud, que excede los límites terrestres, y nos conduce a la unión con todo el Universo y con el Sumo Hacedor. La existencia se revela, así, como un dichoso viaje en busca de una bienaventuranza y de una eternidad que nos pertenecen. 
“Desprenderse de lo viejo para llegar a lo nuevo”, “liberarse del yo para alcanzar la paz”, “abandonar la crítica y el resentimiento”, o “practicar el perdón” son vivencias personales gestadas en la meditación y en la trascendencia contemplativa. El amor guía a Cabral por sendas de libertad y de alegría, percibiendo la belleza de este mundo como una sinfonía de color y poesía. Vive “para escribir el inefable poema de la vida”, traducido en un sinfín de ideas y conceptos vertidos a través de su lenguaje cercano y familiar, y en una cascada de piezas musicales llenas de inspiración y contenido. Cabral se vacía de sí mismo en su cantar a la vida, sumergiéndonos a todos en un horizonte de intensa luz y esperanza, libre de incertidumbres y temores.
Tal vez sea el estribillo de su más famosa canción el que mejor resuma la vocación de universalidad de este moderno trovador: “No soy de aquí ni soy se allá, no tengo edad ni porvenir y ser feliz es mi color de identidad”.
Larga vida, ¡Maestro!, y que Dios le bendiga.
NOTA:
Las bellas palabras de Cristina Delgado LInacero no podían quedar huérfanas de la grata compañía de los videos de Rufina Ortega que, con amor, ha querido rendirle culto al maestro y congratularse con Cristina Delgado. Esta es la prueba.
http://www.youtube.com/watch?v=OqbUvUMWoeU
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