H an tenido que pasar varios días para que se serenara mi corazón y, de tal modo, poder dedicarte estas letras mi querida Chesa Pla Ventura. Nos conocimos por Internet, como millones de personas por el mundo y, pronto congeniamos; a las dos nos desbordaba la alegría por vivir. Me encantaba tu forma de vida; desenfadada, sin prejuicios, a veces melancólica por aquello de la soledad en que vivías, pero siempre ilusionada.  Chesa Pla Ventura, según el talento de Cristina Gálvez
Te comías la vida a borbotones; nada se te escapaba; tenías prisa por vivir y lo hacías a tu manera, a tu aire, sin hacerle daño a nadie, pero con una pasión desmedida. Me entregaste tu amistad y tu cariño y, como comprobaste, no pude despreciar aquel torrente que para mí suponía tu cariño. Cuatro años gozando de tu amistad, Chesa, no se olvidan tan fácilmente.  La autora con Chesa.
Juntas, hasta tuvimos el placer de conocernos y de encontrarnos en varias ocasiones. ¡Eras tan deliciosa! Cuando estabas en tu ambiente, derramabas una alegría que nos desbordaba a todos. Y así te recordaré siempre. Viví contigo momentos inolvidables que, junto a tus amigos, tan dichosa me sentí; eras muy querida y, lo pude comprobar cuando nos encontramos. Tus amigos, hombres y mujeres, lo eran sin condición, tal y como tú lo eras.
Me diste una gran lección puesto que, a tu lado aprendí que la vida hay que vivirla a tope; así lo hiciste y, ya viste, nos ganaste la partida a todos. Te apasionaban los días luminosos, justamente, el que estoy viviendo hoy; sentías la desazón y melancolía de los días lluviosos en que, como me contabas, lloraba el cielo y eso era motivo de tus propias lágrimas. El astro rey, con su inmensa luz es el que guiaba el sendero de tu vida. Toda tú eras la misma luz desde el fondo de tu corazón. 
¿Sabes que me conmovió de ti? El amor que sentías por tu hermano Luís; siempre lo sacabas a relucir en todas tus conversaciones y, hasta te sentí reiterada al respecto. Más tarde comprendí que tenías razón; pude saber de su vida y de su obra como me contaste y, te asistía el derecho en admirarle; erais muy distintos, digamos que vuestro parecido era casi nulo, pero el amor y veneración que sentías por él era algo que me subyugaba por completo. Me hacías sonreír cada vez que me decías que, pese al amor que sentías por Luís, como mujer, sentenciabas que jamás te hubieras casado con él, de no haber sido tu hermano. “Tienes que ver la página que mi hermano ha hecho para Facundo Cabral” Me decías una y mil veces y, tras hacerte caso, muy pronto comprendí que, dentro de dicha página había mucha grandeza escrita, hasta el punto de que, dentro de mi humildad, gracias a ti, pude colaborar un poquito con esa Web tan bonita. 
Recuerdo cuando te llamé al hospital en que, hacía muy poco que te habían operado; estabas muy débil y, lo que es peor, te sentí sin ánimo de nada. Pasaron los días, te recuperaste y, otra vez volví a sentir tu risa franca y noble, algo que me tranquilizó mucho. En estos dos últimos años, con tus recaídas y operaciones, notaba que te hundías mientras que yo me esforzaba en hacerte comprender que, la batalla tenías que ganarla tú. Todos estábamos convencidos de que habías ganado; aquellas fotos últimas que me mandaste me dejaron muy contenta. Estabas pletórica; el pañuelo sobre tu cabeza te sentaba tan bonito que, nadie hubiera dicho que habías estado tan enferma.
Y era en la mitad del mes de junio cuando, un prolongado silencio tuyo me obligó a llamar a tu hermano que, con lágrimas en sus ojos me dio la fatal noticia de tu recaída. Luís me dijo que no querías hablar con nadie y, como sabes, respeté tu decisión. Justamente, el pasado día 4 quería tener noticias tuyas y, llamé a Luís que, con voz lacónica me dijo: “Chesa ha muerto” Se me paró la sangre en mi venas y, rompí a llorar; no pude contener el llanto, mi dolor era muy grande. Sepas que te llevaste un pedazo de mi ser. Ahora, Chesa, sepas que te recodaré como eras, como fuiste, como me ilusionaste; un ser lleno de vida que contagiaba con su alegría. Seguro que estás junto a Dios y al lado de tus padres queridos. Junto a ti, amiga querida, iremos todos. Para tu gloria, nos precediste; has visto a Dios antes que nosotros. Esa es tu dicha. |