S ubida. Mil pasos distan de mi destino. Un pie delante del otro. Piedras que pisar, plantas que esquivar.
Subida. El cielo cada vez más cerca y las nubes cada vez más lustrosas.Subida. Mil pasos caminados y todavía no alcanzo la cima. Miro hacia abajo, veo mis huellas y recuerdo mi caminar. No parecía tanto, o tal vez sí. Debo continuar.
Subida. Otros mil pasos por delante. Más piedras que pisar y plantas que esquivar. Alzo mi mirada. La veo. Allí está la cima, esperando por mí.
 Mari Carmen Sánchez Vilella, autora de tan bello relato Acelero el paso porque quiero que sepa, desde su majestuosidad, que mi llegada puede ser liviana. Lo consigo.
Alzo los brazos, sintiendo el inmenso manto azul acariciar las palmas de mis manos.
Desde ahí, desde lo más alto, puedo ver cuánto he caminado. Y también puedo divisar cuánto me queda por caminar. Porque estoy en la cima, en la cumbre, en lo más alto, pero en algún momento habré de regresar.
Me aguardan mil pasos llenos de piedras que pisar y plantas que esquivar. Me espera otra meta: mi llegada, mi regreso.
Bajada. Vuelvo a percibir el aroma de la vegetación mojada. Nada es más satisfactorio que saberme parte del paisaje.
Bajada. Mil pasos caminados. Deberé seguir contando mis pisadas. Mil una, mil dos, mil tres... ya llegaré. No tardé mucho en divisar mi destino.
Un destino tan deseado, como el que acabo de dejar atrás, allí arriba.Bajada. Todo lo que sube baja y yo no soy la excepción. Veo a lo lejos el final de mi ruta, la vuelta me espera sonriente.
Piso piedras con alegría. Esquivo plantas con ligereza. Piso y esquivo, piso y esquivo. Cada vez más rápido y más cerca del final.
Miro hacia abajo para no tropezar y allí, plasmadas en la tierra veo mis huellas. No son las de ahora sino las de antes, las de la subida. Antes subida y ahora bajada, pero las mismas huellas.
Lo entiendo. Lo comprendo. No hay diferencia entre antes y ahora. Tan solo la perspectiva, el punto de vista, la situación, la percepción. Una meta arriba, en la cima y otra meta abajo, en el final.
Dos metas. No, sólo una. La misma. Poder llegar. Pero mientras hacía la subida y ahora, que estoy terminando la bajada, he dado más de mil pasos. Y esos pasos, ese caminar, ese poner un pie delante del otro, es lo que hace al camino tan especial.
Porque no es una montaña, no ha sido una montaña. Sobre todo y ante todo ha sido una gran aventura: la vida. |