C umplido ya con el deber que le demandaba su corazón, Sara se dispuso entonces, a degustar el manjar que, la pantalla del ordenador, le tenía reservado. Al menos, así le sabía a ella ese e-mail de de Gabriel Girón, que ella había estado esperando con inusitado anhelo y que ahora, tenía seleccionado, para leer con tranquilidad; sólo ver el titular ya hacía que le latiese el corazón como un caballo desbocado. Eran las tres de la madrugada y por la cabeza de Sara aún no pasaba la idea de irse a la cama pese que al día siguiente tenía que ser responsable de su trabajo ante su empresa. Ya barruntaba que dormiría poco o nada. Estaba expectante, dichosa, con la misma ilusión que se tiene cuando comprobamos un juego de magia que nos encanta. “Mi Sara querida”, comenzaba diciendo el cuerpo del e-mail :
“Mi Sara querida:
He leído tus letras con verdadero frenesí y, me has cautivado; observo por tus letras que dentro de tu ser anida una persona maravillosa. ¿Me equivoco?. ¡No creo!. Tanto en las letras que a mí me dedicas como en tus propias narraciones, en todo intuyo un halo de misterio y de ternura que me seduce. Yo soy, al menos así me considero, un último romántico. Si ser romántico es ser agradecido para con la vida, ese soy yo y así me quiero mostrar, ante tí.
Me pedías una foto mía, aquí va adjunta al presente; yo recibí la tuya y, por Dios, eres preciosa; Dios te hizo bella, maravillosa; eres, sin dudarlo, una hembra apasionante. Yo espero, que mi humilde ser no dañe mucho tus retinas, ahora cuando veas la imagen de este soñador que, como te conté, mi única pasión es la de “vender” ilusiones en mi trabajo y en mi vida social. Es más, para ser amigos, ¿qué importa nuestro físico, mujer?. Lo que nos ha traído hasta “aquí” no ha sido un físico deslumbrante, sino unos sentimientos afines que nos cautivaron a ambos, al unísono. Soy muy feliz al comprobar que aquel sencillo ramo de flores te congratuló; seguro que recibiste muchos más ¿verdad?. Yo tuve, es cierto, la intuición para saber acerca de la fecha de la festividad aludida y, como viste, pude con ese detalle, darte Sara, al menos un poquito de felicidad y propiciar que tu carita, esbozara una sonrisa en mi honor. ¡Vaya lujo el mío!.
Respecto a mi edad, yo tengo los años que tú quieras; mientras tenga salud para escribirte y contarte mis emociones, ilusiones, deseos y anhelos, para nada importará la edad; podría yo ser un señor de ochenta años o un chico de veinte; lo que tú has sido capaz de hacerme sentir, no tiene nada que ver con la edad; es simplemente, una decisión de mi ser, sentirme tan dichoso a tu lado. Yo soy, en la amistad, el “rey”; quiero decirte con esto que, desde siempre me cupo la fortuna de rodearme de grandes seres humanos; pero sospecho que tú les ganas la partida a todos, razón por la que ahora estoy tan contento contigo. Repito que, a tu lado no importa la edad, aunque mi cédula identificativa diga, que tengo 58 años.
Pero no hablemos de cosas baladíes, Sara.
Tienes que saber que primero me cautivó tu obra y, acto seguido, como un milagro de Dios, el hecho que tú me respondieras aquel correo que te mandé que, te lo juro, no creí nunca que tendría la suerte de una respuesta; al verlo, de repente intuí qué clase de ser humano me había encontrado. La gente, Sara, se mueve generalmente por otros parámetros; y, como tú me dijiste, aquello de contestar a cuantas personas te felicitan, eso es un logro maravilloso que dice todo de ti. Para mí, escribirte, tuvo que ver con un impulso que nació desde lo más hondo de mi ser para, darte las gracias por todo el bien que me habías aportado con tu literatura en la Web de tu propiedad.
Tus letras me cautivaron y, ahora es tu lindo ser el que me ennoblece al tenerte “aquí”, a mi lado; el que me hace sentir que puedo ser mejor persona gracias a los amorosos influjos de tu ser. Si, Sara, al igual que tú te juro que, a diario, cada noche, espero como un regalo divino tus lindas letras. Me fascinas por completo. Mi pena no es otra que saberte tan lejos…y tan paradójicamente cerca de mí, a la vez.
Si pretendías que viviera repleto de ilusiones, eso mujer lo has logrado por completo. Si querías que alguien viviese al unísono de tu bendito ser, ese logro ya lo tienes también. Y si pretendías que alguien te admirara como en verdad eres, yo soy tu admirador más ferviente que, con el paso del tiempo, te lo juro, me gustaría darte, además de mi cariño, todo el amor que llevo dentro; del cual quiero que seas tú, la receptora de todo lo bello que vive dentro de mi ser.
Tuyo, que vive pendiente de ti.
Gabriel.” |