N o pienso nada, doña Sara –respondió la muchachita-.
Solo sé que estoy hundida en la más vil de las miserias; nunca debí tomar “prestado” ese dinero pero, compréndame, necesitaba imperiosamente esa suma, los médicos no querían actuar sin antes hacerle esos estudios a mi hija y ella estaba grave.
Era la vida de mi hijita, Doña Sara, la que estaba en juego y me desesperé; ¡compréndame!, ¡perdóneme, se lo suplico!
Yo recién ahora me doy cuenta en el brete que he metido a ambas, por no haber creído que hablando ... la empresa me hubiese prestado el dinero que necesitaba.
Usted sabe que yo ando cada dos por tres con problemas económicos y que vivo pidiendo adelantos, y que hago todas las horas extras posibles, porque tengo unos desajustes financieros que no puedo llegar a regularizar con el sueldo. Desde que se fue mi marido, que me dejó llena de deudas por el negocio que a mi nombre tenía y que él no se dignó a levantar, que he tenido que afrontar éstas y todo lo demás y él nunca más me aportó ni un solo peso, ni siquiera para mantener a nuestra hija. De todo me tuve que hacer cargo yo sola.
Apelé a la tarjeta de crédito, que la tengo al rojo vivo, no la puedo usar ya más y esto me tiene sumida en una pesadilla, porque al menos con la tarjeta yo iba tirando para adelante el problema, pero ahora ni siquiera eso.
Tengo la hipoteca de mi casa, que no se como la voy a levantar, porque debo también varias cuotas al banco.
Los impuestos, ¡ni hablar!. Pago sólo los servicios.
Todo lo económico en mi vida es un caos. Y se me presentó así de la noche a la mañana.
¡Póngase entonces un poquitito en mi lugar, por favor se lo pido!; y, quizás logre comprenderme, aunque mal no sea por un instante, aunque Ud. no comparta, siquiera remotamente, mi proceder. Son muchos años los que llevo en la empresa y, como usted sabe, jamás se me imputó delito alguno, ni siquiera una falta leve; pero esta situación me desesperó. ¿Me comprende?
No veía posibilidad alguna de afrontar este imprevisto que se me presentó respecto a la salud de mi hija. ¿Se imagina si se llegaba a morir mi hija por mi falta de medios para hacerle hacer esos estudios en el hospital?. Le aseguro que si, mi hijita hubiera muerto por mi culpa, yo me hubiera matado.
¡No me eche del trabajo, por favor! ... ¡se lo pido por Dios!; doña Sara.
Sara notaba que el arrepentimiento de Margarita era claro y rotundo. Se le había encogido el corazón; sabía que lo que su compañera le contaba era verdad; es decir, mientras Margarita le iba contando, Sara se ponía en su lugar y, probablemente, en un ataque de oscuridad, quizás hubiese hecho lo mismo.
Falló en las formas, eso está muy claro, pensaba ella; pero no en la “ finalidad “ del delito.
Maquiavelo, lo dijo aquella vez que enunció su tratado político: “El fin, justifica los medios“. Y si bien, Sara, detestaba a Maquiavelo y a todos los que se aferraban a su doctrina, para aplicarla en el ejercicio del poder, debía reconocer que en este ejemplo duro, claro y simple de lo que había hecho Marga, la razón le asistía, a la afirmación, que había hecho este personaje de la historia.
Al fin y al cabo, nadie había muerto por este hecho, ni nadie se vería afectado por nada, dado que el dinero que Marga tomó prestado, lo restituiría a la empresa esta misma tarde. Y todo, si se maneja con la discreción justa y necesaria, podía ser resuelto, sin llegar al extremo del despido.
No es posible afirmar que cualquiera, en el lugar de Marga, hubiese hecho lo mismo, seguro que no; pero es difícil de predecir ante, los hechos y circunstancias que así lo condujeron a concluir.
-Mira, Margarita, como te dije antes voy a poner todo de mi parte para que no seas despedida; he visto mucha sinceridad en tus palabras y, lo que es mejor, una gran dosis de arrepentimiento.
En la tarde te espero en mi casa para prestarte el dinero para que hoy mismo, vengas y lo devuelvas a la empresa; ese será mi primer argumento para poder hacerles comprender a los directivos que de verdad te arrepentiste.
Del resto me ocupo pero, por favor, que jamás se repita una situación como la que hemos vivido; ha sido un golpe muy bajo el que me has dado.
Demás está decirte que nunca más volverás a ser cajera. Esa parte, de tu carrera en esta empresa, tendrás que olvidarla, conjuntamente con la mejora salarial que te hubiera reportado, al ponerte efectiva en ese puesto y el beneficio de la falla de caja, que si no se te presenta descubierto alguno, por vueltos mal dados o importes mal cobrados, mensualmente quedaba para ti.
No me digas más nada, por el momento. La empresa, no es culpable, por las cosas que te pasan en tu vida privada. Y ésta, siempre ha estado dispuesta a ayudar a cualquiera de sus buenos empleados. Ahora, hay que seguir adelante. No dudo, que pasado un tiempo prudencial, y si sigues desempeñándote tan bien e intachable, como lo hacías, antes de este lamentable hecho, se te volverán a presentar nuevas oportunidades de mejora. Pero ahora, no pensemos en eso. Simplemente, aboquémonos a levantarnos de la caída que nos ha provocado este tremendo tropezón tuyo, con la frente lo más alta y limpia posible.
He pasado un mal rato contigo y, falta el que me queda ahora, aún por atravesar, cuando tenga que explicar a la dirección las razones por las que debes de quedarte en la empresa.
-¡¡¡Que Dios se lo pague, doña Sara!!!. ¡Muchas, pero muchas, muchas gracias por esta nueva oportunidad!. Quedo para toda la vida en deuda con Ud.. Se que algún día, mi hija o yo, se lo vamos a retribuir.
-No espero retribuciones Marga, de nadie. Sólo espero que jamás vuelvas a involucrarte ni ha involucrarme en consecuencia y como responsable del área de Recursos Humanos en algo así.
Por cierto, ¿cómo está tu hijita?.
-Ella ahora está bien, doña Sara; al final, hubo que operarla con suma urgencia de una peritonitis. Eso era lo que su cuerpo estaba gestando y los médicos sin los estudios que me pidieron, no se animan a diagnosticar y de no haber llevado ese dinero ese día, quizás mi hija hubiera muerto por falta de la acertada asistencia médica, porque sus síntomas pusieron en antagonismo a dos diagnósticos médicos. Y sólo esos estudios, podían confirmar o refutar las posturas de ambos médicos. Y una, desgraciadamente no entiende y dar el consentimiento para una operación, sabiendo lo riesgosa que es para mi hija la anestesia total, desde aquella vez que tuvo aquél accidente de la moto, cuando de pequeñita, la llevaba como una gracia, el descerebrado de mi marido, en la parte de adelante –porque a la nena le gustaba –y se les cruzó un perro, que le hizo perder a él el equilibrio y se dieron un batazo contra el refugio donde se esperan los colectivos. Aquella vez, mi pequeña se quebró una piernita con fractura expuesta y hubo que anestesiarla totalmente, porque la niña estaba tan dolorida y asustada que no se quedaba quieta y no se dejaba tratar. ¡No me olvido más de aquello tampoco!. Ella resultó ser alérgica a la anestesia general y casi se nos va para siempre. Nadie podía saber de esta reacción que tuvo el cuerpo de mi hija. Y esa fue también, la primera vez, que me di cuenta que estaba casada con un idiota, porque sólo un idiota, lleva a una niña pequeñita que apenas se puede sostener, montada prácticamente sobre el tanque de nafta de semejante tamaño de motocicleta. Tuvimos, una discusión terrible aquella vez con Ivan. Y no me importó en absoluto que él también estuviera todo lastimado, porque la niña podría haber muerto tanto por el accidente como luego por la anestesia. Amén de todo el dolor y trastorno que tuvo que soportar siendo tan pequeñita, con su piernita rota, que gracias a Dios, le quedó perfecta.
- Bueno Marga, me alegro que tu chiquita ahora esté bien. No te enrosques más con el pasado. Ivan, ya no forma parte de tu vida. Y no sufras más por este tema del trabajo que, argumentos de peso me los ha dado todos; ya casi podría asegurarte que tienes el trabajo asegurado, pero no me quiero adelantar a los hechos. Intentaré, por todos los medios, al final de la tarde ir al hospital para visitar a tu hija.
Margarita estaba emocionada; ella sabía que todo lo había hecho mal, nada es más cierto. Pero como ella le dijera a Sara, ¿cómo habría actuado cualquier otro mortal ante una situación como la vivida por ella?. Si por un hijo cualquiera daría hasta la vida, cualquiera robaría, también – si fuese necesario - para salvar a un hijo. Pongámonos la mano sobre el corazón y, más tarde, juzguemos. Nadie acepta como buena la acción de Margarita; y bajo circunstancias normales, tampoco nadie la justificaría porque robar no es justificable por ningún medio, pero su intención no fue robar, sino tomar prestado sin permiso un dinero que no era suyo. Su intención siempre fue devolver ese dinero que tomó, y no es muy difícil entender la finalidad y bajo que oscuras circunstancias de su vida personal la muchacha tomó esa decisión tan desafortunada.
Ahora a enmendar el error – continuó diciendo Sara -,a cuidar a tu hija, a trabajar como lo hiciste hasta ahora y, ante todo, a pedirle a Dios que te ilumine para seguir adelante, con la menor cantidad posible de feos tropiezos.
Tú vales muchacha y yo tengo fe en ti. Se que seguirás reportándole a la empresa un gran servicio con tu trabajo bien hecho. Cuento contigo.
Espero que esto te sepa de lección; y que otra vez antes de tomar una decisión en tu trabajo que luego puedas lamentar, ante cualquier situación por complicada que te resulte, que consultes con tu consciencia primero y luego si aún sigues en la duda de cuál sería tu buen obrar, antes de malograr otra vez tu carrera aquí dentro, acudas a mí y me plantees el problema que atraviesas. Siempre intentaremos darte una mano.
Ahora, discúlpame, me tengo que ir a una reunión. Nos vemos luego Marga. No pierdas tu fe en Dios. |