T ras la zozobra que supuso su participación en aquel jurado, Sara sentía que había soportado una de las pruebas más duras que la vida le había puesto. Estaba inerte por el esfuerzo mental realizado, pero muy feliz al comprobar que, gracias a Dios que la iluminó y pudo luego, aplicar su pericia en lo atinente a las relaciones humanas; resplandeció la verdad y lo que es mejor de todo ello es, que a un hombre inocente se le reconoció como tal. 
Una vez que ya se encontraba en su casa, al pensar en todo lo que había pasado en este día, rompió a llorar; no sabía si de la emoción que el veredicto de inocencia del muchacho le había producido, o si tan sólo del estrés y el cansancio que la poblaban, pero lo cierto es sus ojos estaban empañados de lágrimas. Se sentía rendida; no tenía fuerzas para más nada y decidió acostarse sin mirar su correo. Mañana será otro día – pensó para sus adentros - y, seguro que mejor. En pocos minutos quedó dormida. No le hizo falta para ello ni la ducha relajante que cada noche tomaba antes de meterse en la cama. Ya vencida por Morfeo empezó a tener un sueño maravilloso. Parece ser que su subconsciente le quería decir algo.
El sueño, como podría presagiarse, fue con Gabriel.
Éste la había ido a visitar. Se presentó en su casa sin avisar, como suceden siempre las cosas bellas. Ella quedó impávida de la emoción.
_ ¿ Eres tú ?. Le preguntaba.
_ Soy yo, mi amor, le respondía el muchacho. Y Sara se fundía en un interminable abrazo con el muchacho que, pese a ser aparentemente más joven que ella la embelesó por completo.
_ ¿ Cómo viniste sin avisarme ?. Podías no haberme encontrado porque en este día no he estado en casa y, mucho menos en el trabajo. Formé parte de un Jurado Popular y me ocupé todo el día en dicha tarea.
_ Te hubiera buscado por toda la ciudad y, de no haberte encontrado, hubiera esperado todo el tiempo del mundo, - le decía Gabriel -.
Ambos estaban nerviosos ante la cita que estaban teniendo; mucho más Sara que no esperaba este encuentro. Se miraban a los ojos; y, durante mucho rato era el lenguaje de sus miradas el que mantenía la más linda y clara conversación. Era mucho lo que tenían que decirse y sus miradas lo delataban todo. Ambos sentían que tocaban el cielo con sus manos.
Era él.
_¿ Eres tú ?, - le decía Sara al muchacho -.
No podía creerlo. El milagro se había consumado. Ella anhelaba conocerle; es más, ese era el ruego que ella tenía pensado hacerle cuando le contestara algún correo y, como una bendición, llegó Gabriel para estar con ella y a su vez disipar todo duda que pudiera tener sobre su persona. Un hombre y una mujer eran felices en el mundo. No cabía dicha más grande. Mil preguntas se formularon el uno hacia el otro. Querían conocerse muy a fondo. Ella, arrebatada, hasta le confesó su edad. Todo un torrente de sinceridad el que brotaba de aquel mar de ilusiones.
_No me importa tu edad, ni tu físico, - le decía Gabriel -; me importa tu lindo ser. Eres la mujer más bella del mundo, tal como te imaginé. No puedo pedir más. Soy enormemente dichoso. Creo que se me nota en el semblante. Estar contigo, Sara, proseguía el muchacho, es la culminación de todas mis ilusiones, un sueño que he podido hacer realidad.
Ambos se abrazaban y sin darse cuenta quizás, unieron sus labios; besándose con pasión pero, de repente ... ¡ Sara despertó !.
Por Dios, ¿ qué me ha pasado ?. Se preguntaba a sí misma. Incluso hasta miraba alrededor de su cama creyendo que Gabriel podía esta allí. Había sido todo tan real y auténtico que, se negaba a creer que todo había sido un sueño. De que había tocado el cielo con sus manos era algo de lo que ya podía presumir. Maravilloso, fascinante lo que había sentido. Era cierto, que todo, tan solo, había sido un sueño pero, dentro de su ser había quedado grabado todo de tal modo que, hasta sospechaba que Gabriel pudiera ser en realidad como lo había “ conocido ” en el sueño.
_ ¡ Hasta le confesé mi edad ! - pensaba ella. Y se ruborizaba sola porque, como mujer, confesar su edad sería lo último que en verdad haría.
Había desnudado su alma a favor de ese muchacho, nada era más cierto. Era un sueño, pero ya había sentido el primer envite de felicidad que la historia que estaba viviendo le proporcionaba. ¿ Sería el muchacho como lo había conocido en el sueño ?. ¿ Sería tan guapo y apuesto como lo había visto ?. ¿ Sería él así ... de verdad ?.
Muchas preguntas se hacía que solo el destino le iría respondiendo en el devenir de los próximos días. De momento, como primera “tarjeta de visita” el sueño le había parecido fantástico. Y Sara confiaba que la realidad se aproximara mucho a lo que había soñado; además, así lo deseaba con todas su fuerzas. Hasta pensó en escribirle a Gabriel y contarle el sueño pero, de momento, evaluó que esa era una decisión muy arriesgada. Mejor, sería prudente y callaría. Pero no le faltaban deseos por contarle todo. En este sueño Sara, comprendió que se había enamorado. |