L a dicha era ahora patrimonio de Gabriel al ver en su correo, que le había respondido su admirada Sara.
El hombre no daba crédito a todo lo que estaba viviendo. Las breves letras de Sara, unidas a su deseo de que se tutearan lo habían dejado sin respiración. El hombre estaba anonadado porque el sencillo, pero grandioso a su vez, hecho que la mujer a la que admiraba tanto, le haya contestado, representaba para él un triunfo muy grande.
Estaba tan feliz que hasta enmarcó, aquel correo que le supo a gloria. Para Gabriel, Sara era el paradigma de lo soñado; ella era una persona cultísima mientras que él era un aprendiz de la vida; un ser apasionado por su trabajo y, a su vez, con la suficiente humildad para mostrarle a la muchacha toda su admiración por todo aquello que Sara había publicado en su página y que tanto había calado en su corazón.
Gabriel seguía luchando por su propia supervivencia. La situación en su país no era la más idónea, pero podían más sus ganas de asumir la vida con toda la problemática que ésta le ofrecía antes que dejarse vencer por el desánimo y la apatía. De cobardes nunca se ha escrito nada, pensaba para sus adentros.
A efectos de promocionar su trabajo de edición e impresión de libros para autores jóvenes, hasta puso un anuncio frente a la universidad de Caracas, “YO EDITO TÚ LIBRO SI TÚ ERES CAPAZ DE ESCRIBIRLO”. Dicha oferta despertó la curiosidad de los estudiantes. De alguna manera, todo aquel que tuviera una inquietud al respecto, con tal oferta, tenía abierta la puerta de la esperanza para ver su obra en la calle. Aunque no parezca, existen miles de autores por todo el mundo que, habiendo escrito el libro soñado, no han tenido la oportunidad de poderlo publicar. 
Girón, como sabemos había editado varios libros con anterioridad; poca cosa, pero con el bagaje suficiente como para ilusionarse bastante al respecto, por dicha razón se embarcó en la idea de animar a su vez a otros, en especial a aquellos jóvenes escritores, llenos de inquietudes, a los que les abría la puerta por lo menos a una mínima notoriedad; la cuantía, inevitablemente, iba a depender de la calidad y enjundia de las letras volcadas por estos autores, en aquellas páginas que él les ofrecía publicar, y que quiérase o no, también en cierta medida le daban a todos estos incipientes escritores, paso a lo que se conoce como la inmortalidad de la letra impresa.
Ciertamente, el editor e impresor no pretendía hacer fortuna; deseaba, tan solo poder sobrevivir y, a su vez, saciar la sed de publicación de todo aquel joven que tuviera algo que decir. Y en dicha noble tarea estaba.
Una vez más, la magia de Internet, esa ventana abierta al mundo mostraba que el universo se convierte en un pequeño pañuelo. Dos personas, una en Venezuela y la otra en Costa Rica se habían encontrado para alegrarse y esperanzarse mutuamente. ¿Cabe magia más hermosa?. Ahora, gracias a los correos que se habían intercambiado se encontraban felices ambos. ¿Un milagro?. No, sencillamente, una realidad más por la cuál hay que agradecer a las nuevas tecnologías ya que, gracias a éstas se producen situaciones verdaderamente hermosas para uso y disfrute de la humanidad toda.
Cuando no existía este medio del que ahora se goza, ¿cómo se conocía la gente que residía en lugares así, tan lejanos uno del otro?
Era prácticamente imposible.
Todo era muy reducido y solo los allegados se conocían; es decir, si una persona vivía a más de treinta kilómetros de la otra era muy improbable que alguna vez se conocieran y, ahora, cualquier lugar en el mundo puede ser un feudo natural para la amistad y, hasta para el amor. Ya existen millones de pruebas al respecto y, Sara y Gabriel son otro ejemplo más de la grandeza de amistad que puede entablarse por este medio.
Mientras Gabriel seguía gozando con las letras que Sara le había mandado, ella estaba dichosa de haberlo hecho. Se sentía como más liviana de equipaje en su alma porque siguiendo los parámetros de su corazón, le había escrito a la persona que tanto respeto le había entregado y que a su vez, tanto la había ilusionado.
Sara deseaba con todas sus fuerzas que dicho encuentro no fuera algo ocasional y pasajero; quería que tuviera continuidad porque se encontraba muy cómoda con la situación que dicho hombre le había propiciado. Dada su vida laboral y todo lo que la misma le implicaba, apenas le quedaba tiempo para rezar; pero las noches seguían siendo muy largas y podía aprovecharlas para darle rienda suelta a su corazón.
Para su fortuna dormía poco; con apenas cuatro horas su cuerpo quedaba relajado y feliz. Suerte la suya puesto que, de tal modo, hasta le sobraba tiempo, dicho en metáfora, para atender a cuantos le escribían y, de forma muy concreta para, en lo sucesivo, poder mantener un correo fluido con Gabriel Girón como era su bello deseo.
Una vez más, Sara volvía a estar expectante. Ella se sentía esperanzada ante la idea que, la propuesta que le hizo para que ambos se tutearan, calara en él. Quedaba mucho camino por recorrer y, el tiempo sería el encargado de dejar ver la verdad de todo lo que fuera aconteciendo. Por el momento, ella tan solo anhela que Gabriel le responda muy pronto. |