L a carta que Sara terminaba de leer la había dejado anonadada; nada relevante en la misma, pero sí se dejaba entrever mucho cariño entre las líneas que Gabriel le había entregado. La sonrisa que ella esbozaba era digna de retratar; hasta unas pequeñas lágrimas de emoción, amenazaron con asomarse al balcón de su mansa mirada, debido a la dicha que estaba sintiendo en esos momentos. Entendía que, detrás de aquel mensaje, había un ser humano aparentemente sensible y lleno de respeto y admiración hacia su persona. Gabriel, con sus sencillas líneas le había proporcionado a Sara una inmensa dosis de paz. Dejándole su cuerpo relajado y su alma llena de sonrisas.
Pero Sara quería, ante todo, controlar sus emociones.
Quería que todo fuese igual que hasta hace pocos días; que nada cambiara en el devenir de su vida íntima o laboral. Ella quería seguir siendo la misma y, por supuesto que nada la hiciera cambiar; pero, pese a esto, estaba convencida que, de darse un cambio, este definitivamente tendría que ser para mejor. Esta era su positiva idea. Aunque es verdad también que, por su cabeza pasaban otras ideas, si se quiere, las más insospechadas.
Se preguntaba, si en verdad existiría el tal Gabriel Girón o si en realidad era un impostor que se trabajaba el papel con la finalidad de hacerle daño.
Después de todo, impostores, en la red, los hay por montones y, lo que es peor, hacen todo el daño del mundo, en particular de España y Estados Unidos desde donde, a tantas miles de mujercitas, especialmente colombianas, las han engañado para que vayan, hacia donde están ellos, en dichos países, prometiéndoles la gloria y, una vez allí, las hacen aterrizar abruptamente en el mundo de la prostitución, la droga y la desdicha caótica y total.
Si, definitivamente, le constaba que en la red se han cometido atrocidades incontables, de ahí la lógica desconfianza que sentía Sara; igualmente y pese a estos oscuros pensamientos, se reconfortaba también pensando que, en definitiva, la mayoría del mundo es buena gente y, que si justo a ella le tocaba el malvado de turno que pululaba por la red tan solo por el placer de hacer daño, obviamente sería un caso de escasa fortuna, por el que Dios quería que ella pasara, porque algo bueno tendría para enseñarle con él.
Y otra cosa que no se le escapaba y era verdad es que, ante situaciones como la que a ella se le estaba dando, cualquiera tiene derecho a pensar cualquier cosa de cualquiera. Y, posiblemente Gabriel Girón, también estaría, por su lado, elaborando sus propias teorías.
Ella vivía en Costa Rica y él en Venezuela, dos países afines en muchas cosas, pero distantes a su vez.
Sara hubiera dado lo que le hubieran pedido por ver en el acto a su “admirador”; ver su cara, comprobar sus gestos, su mirada, sus ademanes, su olor corporal, su forma de andar; en definitiva, conocerlo de forma física para disipar toda duda que pudiera albergar. Pero bien es cierto que de momento tendría que conformarse sólo con sus letras que, si bien le sabían a gloria; la situación, requeriría de cierto tiempo más, para que ella despejara todas esas dudas.
Muchas veces había leído y releído aquél email que, repleto de educación y lleno de cariño, tan honda huella le había causado en su alma. Había nacido dentro de su ser una ilusión nueva que, como ella sentenciaba, jamás hubiera pensado que algo tan extraño pudiera sucederle. Ella, Sara, que era mujer de trato físico, de contacto directo con las personas por su trabajo, se enfrentaba ahora a un reto muy difícil; algo casi inexplicable que su cuerpo temía, pero que su corazón le pedía que siguiera hacia adelante.
Ahora, una pantalla había cautivado toda su atención; y , su gozo no era otro que lo que dicha pantalla le mostraba en aquellos momentos, y que no era otra cosa que las lindas letras de un ser humano al que ella, ya presentía, que estaba empezando a querer.
¿Sería joven o viejo?
¿Soltero, casado, viudo, homosexual?
Muchas eran las incógnitas que se le presentaban a Sara. Y dichas dudas eran las que ella pretendía disipar cuanto antes.
Ahora, además de esta ilusión que tenía al respecto, por momentos la podía mucho más la incertidumbre de todo aquello que necesitaba despejar.
En la red, también hay muchos maricones ilusionando a muchas muchachitas con sus letras y, llegado el momento de conocerse, el tipo confiesa a la chica su condición de maricón, y ¿quien es la valiente que ante tal revelación, no tiene el derecho a derrumbarse?; pero algo le decía a Sara que, el tal Gabriel podría ser de todo, pero la condición de homosexual la tenía descartada; era un presentimiento que, más tarde, con el correr de los años pudo comprobar que siempre estuvo en lo cierto.
Muchas reflexiones hizo la muchacha antes de irse a la cama. Claro que, como mujer y bella seductora, se aguantó las ganas y no le respondió en esa oportunidad al hombre. Si le intereso, seguro que me escribe de nuevo, se dijo para sus adentros.
En realidad, Sara lo que pretendía era ir formándose una idea en torno al mencionado amigo y, como mujer, esgrimió uno de sus bellos atributos, en este caso, el silencio, para despertar todavía más la expectación en el hombre, al que había decidido entregarle su amistad. Se moría de ganas por responderle; pero hizo un esfuerzo titánico y se aguantó. Apenas pudo conciliar el sueño pero, ya sus atributos de mujer estaban siendo puestos en práctica. Y seguro que acertaba. |