S uperada la angustia que para Sara suponía la tragedia del terremoto, ocurrido en España y, de forma concreta, el hecho de saber que su hermano había salido ileso de dicha hecatombe como así también que no había sufrido pérdidas de ningún tipo y como consecuencia de estas dos cosas su madre, ya se sentía tranquila y felíz; razones todas estas, que tranquilizaron a su corazón. De nuevo retomaba Sara, su estado natural y, le daba paso entonces a sus ilusiones.
Ella sentía, como una especie de “ milagro ”, que un señor venezolano, con dos mensajes, hubiera logrado cambiar el curso de su vida; o cuando menos, había alterado su corazón; es más, lo iba confesando por donde se hallare.
He vuelto a soñar - le contaba a sus allegados.
Sin duda alguna, más de uno la tomaría como una loca esquizofrénica puesto que, sus actitudes y forma de vida, hasta el momento actual eran un modelo de corrección, educación y bien hacer. ¿ Habría enloquecido de verdad ?. Ciertamente, sus actitudes así parecían demostrarlo. ¿ Cómo dos mensajes de un admirador al que no conocía para nada le podían hacer palpitar su corazón con una intensidad semejante ?. Ni ella misma lo podía creer. Lo que le pasaba no tenía calificativo; quería hasta contárselo a sus hijos, incluso a su madre, pero no tenía fuerzas; temía, como pensaba, que la tomaran por loca y a estas alturas de su vida, soportar semejante calificativo la dejaba muy triste.
Superada la angustia del día anterior por lo de su hermano, esta noche, al llegar a su casa y prender el ordenador, su sorpresa no pudo ser más triste; su admirador no le había escrito y, dicha ausencia, hasta le granjeó unas lagrimitas que se deslizaron por su bello rostro, hasta llegar a la comisura de sus divinos labios.
Sara estaba luchando contra su propio ser; trataba, por todos los medios de convencerse de que no había enloquecido y buscaba remedio para sus presuntos “males”. Esta mujer se debatía ahora entre quedar callada para siempre y tomar todo como una anécdota sucedida en su vida o, por el contrario, jugárselo todo a una carta y responderle a Gabriel Girón, el venezolano amable que, sin pretenderlo, había tocado la fibra más sensible de su corazón.
Como todos los días sucedía, un buen número de mensajes llenaban su bandeja de entrada de correo electrónico y, como siempre, acometía la linda tarea de contestarlos todos; lo hacía de forma escueta, pero plena de educación. Ella pensaba que, todo el que se dirigía a su persona merecía, sin duda alguna, el refrendo de la gratitud por su parte. Una vez cumplida la tarea a muy altas horas de la madrugada seguía debatiéndose entre el corazón y la razón. ¿ Le contesto a este hombre ?. ¿ Qué le digo ?. ¿ Me tomará por loca ?. ¿ Querrá amistad ?. ¿ Será un fraude de los muchos que viven en Internet ?. Mil preguntas se hacía la muchacha y, lo que es peor, no encontraba la respuesta que la tranquilizara.
Sara, que por naturaleza era valiente como tantas veces había demostrado en la vida no podía quedarse con la duda de la incertidumbre; de lo que podía haber sido y no fue. Ya tenía tomada la decisión; iba a contestarle a Gabriel.
"Querido Gabriel:
Ha sido muy bello que me enviara estos correos tan lindos que he recibido de su parte. Sentía la necesidad de corresponderle ante su gesto tan bonito de ponderar mis escritos y, a su vez, sus halagos hacia mi persona. Le confieso que antes de escribirle he sentido miedo, incertidumbre, incluso pánico; pero me reconfortó usted cuando me dijo su nombre, apellidos, domicilio, ciudad y país. Alguien que me quisiera traicionar y hacer daño, sin duda alguna, jamás daría tantos detalles; que pudo usted haber mentido e inventarse todo, bueno … puede ser, pero yo presagio que en sus palabras dice la verdad. He sentido mucha paz en sus letras. ¿ Cómo se lo explicaría ?. ¡Perdóneme, pero no hallo manera! Si le digo, que me ha conmovido la forma con la que usted, se dirigió a mi persona.
Le comunico que, respecto a mis escritos, nadie como usted ha enfatizado tanto en mi labor, por otro lado, soy consciente que ellos son una creación muy humilde y sin pretensión alguna, de mi parte. Pero no puedo negarle en contarle que me siento contenta; muy feliz y de esto, tiene en parte, usted la culpa. Si usted pretendía que una mujer volviera a soñar de nuevo, lo ha logrado completamente; hasta el cielo costarricense, con su presencia en mi vida es más bello, si cabe esta expresión.
Me gustaría, a ser posible, practicar con usted el bello ejercicio de la amistad que, en definitiva es lo que hace lindos a los seres humanos cuando se aman. Cuando una persona entrega a la otra su amistad, en dicho envite le está entregando lo mejor de su existencia y, ese quiero que sea mi caso para con su caballeresca entrega hacia esta mujer humilde que, su única grandeza es saber amar a quien la ama.
Desde San José, en la bella Costa Rica, quedo a la espera de sus noticias que, a no dudar, regocijarán mi alma.
Suya, Sara.” |