A l día siguiente mientras Sara se encontraba en su lugar de trabajo, por su cabeza pasaba una y otra vez el e-mail que aquel hombre le había escrito. Por momentos hasta llegaba a tener sentimiento de culpabilidad por no haberle respondido más extenso en aquél instante; aquellas dos palabras que le contestó le parecían demasiado escuetas; pero era lo que le salió del alma bajo tales circunstancias. No pretendía sentirse culpable de algo que no era; pero dentro de su ser anidaba un halo de tristeza interna, como un sentimiento de no haber estado a la altura de las circunstancias. 
En el fondo, lo que ella quería pensar era que aquella carta era una más de las muchas que a diario recibía. Pero aquél asunto titulado “Sublime, señora”, la había dejado perpleja. Por un lado creía entender que era tan solo eso, un admirador más de los que casi siempre le contestaban; y además era verdad que sus narraciones solían conquistar a la gente, razón más que evidente, por la que ella contestaba a su vez, a sus admiradores. Todo era muy sencillo; pero por vez primera en su vida un e-mail la había conmovido. Hasta pretendía olvidar este e-mail y pensar que, ya con haberle dado las gracias a este admirador quedaba todo el tema zanjado; el hombre le había mostrado su gratitud por lo que había leído y ella le había dado las gracias. ¡Suficiente entonces! ¿Para qué más?
Visto así, todo estaba bien; no cabían reproches por parte de nadie, ni mucho menos, tenían porque quedar resquemores en el alma de Sara por no haberle contestado con más detalle. Todo estaba debidamente concluido, ya.
Muchos asuntos dirimió Sara en aquel día y, por momentos, hasta pareció olvidarse de todo el tema de ese e-mail que, en honor a la verdad, tampoco tenía que tener mucha más “trascendencia” de la adecuada. De tal modo y bajo tal filosofía, discurrió su jornada que, entre ilusiones y nostalgias la hizo llegar a su casa con el ánimo renovado. Y tenía importancia este hecho porque, Sara, aún siendo una persona muy positiva, como todo mortal, tenía sus bajones; era de carne y hueso y no podía escapar de las “garras” de la propia vida en la que, por circunstancias a veces no determinadas, los mortales tenemos días aciagos.
Ya cómoda, en su casa, se sentó frente al ordenador ilusionada; no pretendía que le regalaran lisonjas, algo que nunca le importó, pero de manera no usual en ella, esperaba como una bendición por si a aquél hombre se le hubiese ocurrido escribirle de nuevo. Al conectar la máquina y abrir el correo, cuando efectivamente comprobó que tenía otro mensaje de aquel señor, enmudeció; su corazón palpitaba como nunca.
¡Estoy loca!, ¿qué me pasa?, ¿qué me ocurre? - pensaba para sus adentros -.
Veinte correos tenía – cómo mínimo - por leer y, solo abrió el del hombre en cuestión; el nombre de Gabriel Girón se había instalado – sin pretenderlo - en su corazón. En aquel momento sintió un gozo desmesurado. Mientras lo leía, una sonrisa inmensa se dibujaba en su rostro:
“Señora Sara:
Perdone que le moleste de nuevo; sus dos palabras me han conmovido. Que usted me contestara para decirme, “muchas gracias” me hizo muy feliz; imagino que su tiempo será muy limitado y, el solo hecho de que usted me regalara un minuto de su existencia colmó todas mis expectativas.
Una vez más le suplico me perdone por haberme metido en su vida sin “avisar”; no quiero ser un intruso para usted; si usted me lo permite quiero ser su más fiel lector y admirador puesto que, como ayer le dije, sus narraciones iluminan el sendero de mi vida. Imagino que usted tendrá muchísimos compromisos, que su vida no será sencilla y, perder su tiempo para escribirme sea casi un imposible para usted, pero no se preocupe; si no puede, no lo haga, yo me sentiré feliz mandándole mis letras y con la certeza de que usted las lea, mi objetivo ya estará cumplido; yo seguiré aprendiendo a su lado; beber en la maravillosa fuente de su cultura y sabiduría, como podrá comprender, será algo así como saciar la sed de mi alma. Recuerde que, haber encontrado, como si de un milagro se tratase, el blog donde usted nos regala sus ilusiones, ha sido para mí un hallazgo hermoso.
Mi respeto y mi admiración para usted.
Gabriel Girón.”
Quedó Sara muy contenta tras haber leído el segundo e-mail que le enviaba el hombre en cuestión. Es más, aquellas líneas la habían motivado para escribir otro artículo lindo. EL VALOR DE LA AMISTAD, así lo tituló y de tal manera lo colgó en la red. Eran altas horas de la madrugada y no había podido conciliar el sueño. No era normal lo que le estaba sucediendo. Ella, que siempre lo razonaba todo quería encontrar un motivo lógico para lo que le estaba pasando. Lo realmente cierto es que se acostó con una alegría desbordante y que, la misma, hasta le impedía cerrar los ojos. Gabriel Girón, un desconocido, había sido capaz de ponerla a pensar. La mataba la propia curiosidad por saber más de aquel hombre; sentía como expectación y miedo, todo a la vez. El tiempo, seguramente, se lo iría aclarando todo. |